PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

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Todavía no tenía treinta años, aunque no faltaba tanto… Pablo llevaba una vida que hoy podríamos llamar normal, donde el trabajo y la diversión mantenían sus proporciones convencionales. Soltero y sin novia, alternaba sus obligaciones laborales part-time (era empleado administrativo en una oficina) con emprendimientos propios que llevaba adelante con entusiasmo.  Todo esto le permitía resguardarse del tan temido golpe estrés, más allá de alguna que otra situación puntual que acarreaba un lógico nerviosismo.

Un día, notó que fisiológicamente le estaba sucediendo algo llamativo: sentía muchas ganas de orinar. Pablo no era de ir al baño muchas veces, pero en aquella ocasión, esas ganas sí aparecían con una frecuencia inusual, tanto, que duplicaba o hasta triplicaba lo acostumbrado. Al margen de la extrañeza que le causó tal estado, y la incomodidad de tener que aguantarse y/o buscar tan seguido un sitio donde poder afrontar su necesidad, a Pablo esto no le generó ningún malestar en lo relacionado a lo mental. Aquel día atípico finalmente pasó y, en este aspecto, las cosas volvieron a ser como siempre.

Pablo ya estaba en otra etapa de su vida (vivía en pareja y era padre de dos hijas), cuando volvió a sucederle algo similar. Por un día, aproximadamente, debió lidiar contra unas ganas de orinar que excedían considerablemente lo habitual. En esta oportunidad, además, tuvo que luchar contra las ideas poco amistosas que lo sobrevolaban. Con nostalgia, se acordó de aquella primera vez,  donde su imaginación, todavía no se integrado al ajetreo cotidiano.

Un día, escribió: No es igual, aunque parezca lo contrario”.

Muchos quisieran saber el motivo por el cual, si Dios existe, ladrones, asesinos y gente deshonesta en general, no siempre son castigados. Asimismo, tampoco parecieran tener recompensa aquellos que no se apartan del camino correcto. Así como está el mundo, da la sensación de que no solo es lo mismo hacer las cosas bien o hacerlas mal, sino que siendo tal el grado de corrupción, directamente es preferible hacer lo malo y aprovecharse de la sombra protectora de la impunidad.

En la Biblia, este tema es tratado generosamente. Varios de sus autores escribieron sobre este aparente misterio, pues lo mismo que pasa hoy, ocurría miles de años atrás. Y la uniformidad de criterios es generalizada: si bien la justicia a menudo se ausenta en nuestro breve pasaje por esta tierra, del Señor nadie puede burlarse, y dará a cada uno su premio o castigo, el día en que nos toque presentarnos ante Él. Los hará tanto con quienes viven como si Dios no existiera, como con quienes tratan de hacer Su voluntad.

Como para dar una opinión definitiva sobre el tema, el propio Yeshúa (Jesús) lo dejó en claro mediante la parábola del trigo y la cizaña. Ambas plantas crecían juntas en un campo, pero la segunda –sembrada por un enemigo- era una hierba mala. Cuando la cizaña fue descubierta, le preguntaron al dueño del terreno si debían arrancarla.  “Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo” (Mateo 13:29). Pero agregó que más adelante, al momento de la cosecha, las espigas fueran a diferentes destinos: que a la cizaña la arrojaran al fuego, y que al trigo, que era el producto de una semilla buena, lo llevaran a su granero.

Un sustento bíblico:

No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Gálatas 6:7.

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