ESTE ES MI BUFFET. HOY: JORGE NEWBERY

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En el buffet de un club se respira deporte y se percibe un clima de familia y amistad que difícilmente uno pueda hallar en otros bares y restoranes capitalinos. Desde esta sección, nos proponemos darle el lugar que se merecen.

Sandra va y viene. Hay mucha actividad los domingos. La jornada de futsal atrae gran cantidad de chicos y sus allegados. Por eso, Sandra y su familia deben poner manos a la obra desde temprano… El salón tiene dos accesos. Uno, es el portón que da a la cancha. Desde allí los espectadores entran y salen constantemente, aún cuando no consuman nada. En el televisor dan fútbol. No importa cuál sea el motivo. Si se trata de un partido importante, o si el interés es nulo, siempre habrá alguien con la vista clavada allá arriba, hipnotizado por imágenes en las que la pelota siempre es la principal vedette.

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Igual que en el club, donde el futsal tiene a todos atentos. Juegan Jorge Newbery y el rival de turno. A Sandra y los suyos, les da lo mismo el nombre del ocasional adversario. Ellos esperan con ganas la jornada dominguera, para que la afluencia de público les permita hacer «engordar» un poco la caja, en contraposición al resto de la semana, donde la crisis pega con fiereza. Los domingos eso no cambia, sólo que la alegría de los chicos ante la fecha oficial y el entusiasmo-orgullo de los padres gracias al nene futbolista, logran disimular un poquito la bronca por tanto tarifazo y demás cuestiones que ya quedarán para el lunes y días sucesivos.

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La gente también entra por la la puerta que da a la calle Pedro Lozano. En el buffet hay lo que hay en todos los buffets. Nada más ni nada menos. Será inútil buscar plato del día ni mucho menos, algo más difícil. El sandwich, es amo y señor en Jorge Newbery. La gente lo sabe y lo disfruta. El «chegusán» de milanesa sale 38 pesos (48 si es completo); la hamburguesa cuesta 32 (completa, 45). También hay pebete de jamón y queso (30) y el pancho (20 pesos) no puede faltar. Tampoco el café, cuyo precio es idéntico al del pancho.

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Los clientes se arremolinan en un mostrador en el cual también se exhiben alfajores y demás artículos. Un metro hacia la izquierda, está el kiosco. Se entiende: todo forma parte de lo mismo y comparten el espacio físico.

De pronto, entra un espectador, caliente como una pava. «El árbitro nos robó», afirma exaltado muy seguro de saber quién es el culpable del traspié de su club. Acaba de concluir, con derrota de Newbery, un partido muy entreverado. Pero la bronca pasa rápido. Lo bueno, aquí y en todos lados, es que hinchas de uno y otro bando conviven sin la mínima sensación de que podrían convertirse en protagonistas de una pelea.

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Llama la atención encontrar en un rincón, artículos que más bien podrían estar a la venta en un bazar. Son vasijas de cerámica con precios que oscilan entre los 45 y los 110 pesos. Además se venden pequeñas alfombras. «Elegí tu alfombra personalizada», dice un cartel. Y hay una con grandes iniciales JN…

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Es más lógico, ver una notable variedad de trofeos, fotos de equipos y camisetas. Las fotos corresponden a diversas categorías de la historia de Newbery, en baby y futsal. Las camisetas son muchas menos. Una, es bastante rara. Perteneció a un equipo de rugby: Floresta Rugby Club. Otras dos, son de Andrés D’Alessandro. Una es de River, la otra, del Inter de Porto Alegre. Están enmarcadas y autografiadas. «Para el club de mis comienzos, por siempre gracias», dice en la espalda, la casaca brasileña.

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Una curiosidad, es que el presidente del club (Antonio) se apellida igual, sin que exista parentesco que los una. Por allí anda su hijo Pablo, histórico técnico y jugador de los de Versalles. Cuando se le pregunta si Andrés colaboró con las grandes obras que el club hizo en los últimos años, contesta en forma negativa, y explica: «Nosotros pedimos y el que quiere colaborar, colabora. Al que no quiere, no se lo molesta y seguimos siendo amigos, no pasa nada».

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A continuación, indica cómo subsiste la institución y en qué etapa están las remodelaciones: «Como ingreso tenemos variasd cosas, como ser la concesión del buffet, los alquileres de cancha, las cuotas sociales de los jugadores hasta tercera, las recaudaciones… Todo ayuda para mejorar. Ahora estamos haciendo la parte de adelante nueva. Las canchas de padel se van a utilizar para hacer la entrada en calor de los equipos, y ya vamos a encarar las obras en los vestuarios».

Todo implica un gran esfuerzo en Jorge Newbery. Pero ese esfuerzo lleva impresa la alegría de lo que, más allá de tanto sacrificio, se hacen con mucha pasión.

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