BUENOS AIRES EN BICICLETA

Valentin_Alsina

En el capítulo anterior, se tocó un tema por demás desagradable, pero no por eso, lejano para aquellos que practican ciclismo por las calles de Buenos Aires. Los robos: en lo personal, siempre que he sido víctima de uno de ellos, la modalidad fue la de la sustracción en ausencia del dueño. Hubo, no obstante, una excepción: la del asalto a mano armada.

Tengo muy presente la época en la que me tocó padecer este acto delictivo: verano de 2001. Con el país en llamas por la crisis y la reciente caída del Gobierno de Fernando De la Rúa, pedaleaba yo una noche por Palermo. El lugar específico (foto), era el camino que corre entre el gigantesco predio del Campo de Golf y una entidad privada que cambió varias veces de nombre, pero que en aquel tiempo se llamaba, creo, Vilas Club. La zona no era demasiado transitada aunque tampoco pasaban autos constantemente. En el instante en el que se produjo el robo, el panorama en esa avenida de nombre Valentín Alsina era, por cierto, solitario.

Circulaba yo tranquilamente por Valentín Alsina en mi rodado. No era la primera vez que andaba por allí en horas de la noche. Jamás había tenido un problema. Ya había pasado junto a la calle José Hernández y me faltaban unos cuantos metros para pasar por el portón del Vilas Club. De pronto, por entre los árboles aparecieron –uno de cada lado del camino- dos adolescentes, saliéndome al cruce. Al menos uno de ellos portaba una pistola. No me apuntó con ella pero a pesar de las sombras de la noche, vi con claridad que la llevaba en su mano. Tampoco recuerdo sus dichos exactos, pero sí que con gestos y palabras amenazantes, me indicaron que me bajara de la bicicleta. Invadido por una mezcla de sorpresa y susto, no atiné a otra cosa que a detenerme. Cuando lo hice, me dijeron que les entregara la mochila que tenía en mi espalda. Obedecí. Apenas lo hice, me conminaron a irme hacia el lado por el cual había venido. Así lo hice. Los jóvenes ladrones, entiendo, se fueron hacia el lado opuesto, o tal vez se quedaron en las inmediaciones, a la espera de otra víctima. Nunca me di vuelta para ver qué era lo que hacían y estoy casi seguro de que ningún testigo hubo del hecho. Mientras escapaba velozmente de la zona, envuelto en sensaciones que sentía por primera vez en mi vida, con alivio comprobé que no me habían quitado la riñonera, donde llevaba documentos, dinero, llaves, teléfono celular…

En la mochila no guardaba objetos indispensables. Solo algunos elementos de trabajo no muy importantes y una prenda deportiva que solía usar con frecuencia y que sí extrañé mucho: un pantalón corto negro con el escudo de Juventud Unida, que había pertenecido a un futbolista de esa institución.

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