PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

zapata-olleros

Cierto miércoles otoñal, Pablo le confió a su terapeuta: «Mirá Cristian, creo que ando como con el freno de mano puesto. No estoy dando todo lo que puedo dar, y quiero cambiar esto».

En el pequeño consultorio de la calle Manuel Ugarte, los ruidos de la jungla de cemento porteña apenas se percibían. Y si lo hacían, era a través del sonido tan común del típico edificio de departamentos: el timbre, el ascensor, o alguna que otra voz que se filtraba desde una vivienda vecina…  En el inicio de la hora semanal (rigurosos 45 minutos, en realidad), cliente y psicólogo, se pusieron rápidamente de acuerdo. Había que trabajar en ese sentido. A pesar de que recién se conocían, daba la sensación de que estaban congeniando.

Pero, ¿qué era lo que detenía a Pablo? ¿Qué le impedía «dar todo lo que podía dar», así cómo él afirmaba con tanta convicción? Cristian indagó en esa dirección, aunque no hizo falta que fuera demasiado punzante. Pablo parecía tener claro el diagnóstico y se lo dijo sin tapujos: «Tengo miedo».

Pasaron seis meses. Siete, tal vez. Una mañana, en su casa, Pablo se sentó a frente a su computadora. Necesitaba pasar en limpio algunas conclusiones. Y a modo de borrador, escribió esto:

Claves para estar mejor:

-Identificar cuando aparece el miedo, y miedo a qué es. ¿Es miedo a no hacer algo por quedar en ridículo, por el “qué dirán”, porque los demás pueden llegar a pensar diferente? Ese miedo crónico representa el hecho de estar con “el freno de mano” puesto.

-¿Es miedo a una enfermedad? ¿A quedarse sin trabajo? ¿A no tener plata? ¿A un accidente? En síntesis, ¿miedo a que pase algo malo? Cuando ese pensamiento lleno de ansiedad aparece, tratar de identificarlo y entender que me estoy preocupando por algo que no está sucediendo y que es poco probable que suceda.

-Y si persiste en mi mente la pregunta: “Pero ¿y si pasa?” Entonces, tratar de pensar en que recién voy a preocuparme cuando la dificultad se presente. No antes. Que si no lo hago así, me estoy privando de ser feliz por adelantarme a los acontecimientos y estar siempre pendiente de un problema que sólo existe en mi imaginación.   

-Intentar disfrutar el momento, el recorrido. No tener la mirada puesta en la meta, o en conseguir el objetivo. Quizás el objetivo nunca llegue, y si llega, pronto se presentará otro. Por eso, tratar de ser feliz en el camino, no ansiar una eventual llegada. Esto, tenerlo siempre presente. Y si no puedo espontáneamente, crear el hábito.  

-O dicho de otra manera: la felicidad duradera pasa por disfrutar de lo que tengo, y no por conseguir lo que quiero.

-Si nuestra mente, siguiendo caminos minados por la ansiedad,  intenta abordar posibles frentes de tormenta al mismo tiempo, enfocarnos sólo donde el problema es concreto y se debe encontrar la solución. Cuando la tormenta no está, tratar de no pensar en ella.     

-Volvemos al miedo. El miedo a no agradar al prójimo es dañino. Y suele darse ese miedo a decir NO porque con mi negativa alguien se podría ofender. Es imperioso aprender a decir que NO, por supuesto, siempre y cuando sea necesario. No se puede conformar todo el tiempo a todos. Esto ayudará a valorarse más uno mismo, a levantar la autoestima si está baja.

-En ciertas ocasiones, decirme NO a mí mismo. Es el comienzo para poder decírselo a los demás. A veces somos tan autoexigentes que no aceptamos dejar de hacer cosas que hacemos sólo para cumplir con esa autoexigencia desmedida. Esto es un tema aparte, pero puede que guarde una relación muy estrecha con el miedo.  

-Cuando el creyente tiene a su favor su fe, mejor todavía. Y si su fe se apoya en la Palabra, a través de las Escrituras, el Padre Celestial le hace saber a sus hijos: “No temas porque yo estoy contigo…” (Isaías 41:10) Y no es una sola vez, sino decenas y hasta cientos de veces a lo largo de sus páginas, donde Él nos formula la invitación de dejar el temor de lado, para confiar en su apoyo y protección. Y si el Señor está con nosotros “¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).  

Pablo terminó de redactar su borrador. Precisaba poner por escrito lo que llevaba meses y meses dando vueltas por su cabeza. Se propuso entonces, aplicar los conocimientos adquiridos, pasar de la teoría a la práctica. Era, sin dudas, el gran desafío que tenía por delante.

Leave a Reply