En el buffet de un club se respira deporte y se percibe un clima de familia y amistad que difícilmente uno pueda hallar en otros bares y restoranes capitalinos. Desde esta sección, nos proponemos darle el lugar que se merecen.
Bares modernos, restaurantes refinados, cocina gourmet… Todo eso abunda en un Palermo Hollywood cada vez más lejano al barrio sencillo que fue 20 años atrás… Sin embargo, los resabios del viejo Palermo todavía se ven, por ejemplo, en el club Eros, que parece una isla en medio de un ámbito que muy poco tiene que ver con el estilo «chic» que pulula calle a calle y metro a metro.
En Honduras y Uriarte, nada indica que existe un restaurante. Apenas, una placa clavada al costado de un antiguo portón, da a entender que allí funciona un club: el Eros, fundado en 1941, tiene apenas una canchita de baby fútbol, un par de salones y un inmenso comedor que ni siquiera se ve del lado de afuera, pues las ventanas que dan a la calle están tapadas por blancas cortinas y, como se dijo, no existe cartel ni marquesina alguna que hable de un sitio para almorzar o cenar.
Pero el buffet -en realidad, mucho más que un simple buffet- es el que termina permitiéndole sobrevivir a la humilde institución, dado que en él se dan cita gran cantidad de comensales, atraídos por la excelente oferta gastronómica, los platos generosos y unos precios bastante accesibles, de esos que invitan a pedirle al mozo sin tener que andar haciendo grandes cálculos a la hora de elegir el menú. Sin dudas, una rareza para todo Palermo Hollywood, de ahí que el lugar, sobre todo en fines de semana, esté siempre lleno, incluso, con colas en hora pico.
Los que tienen que esperar turno no se hacen problema: en la caja les asignan un número y aguardan en la antesala. Pronto, serán llamados a ingresar. Si hay chicos (casi siempre los hay), pueden entretenerse jugando al fútbol en la canchita de baldosas negras y blancas.
El menú no tiene grandes sorpresas. Asado, pastas, minutas, ensaladas, papas fritas… Lo básico. Pero quizás sea justamente eso, lo que lo hace diferente en el contexto de un barrio caracterizado por otro tipo de gastronomía. Y los platos son tan abundantes que hay algunos -por ejemplo las pastas con estofado- que se pueden compartir, así como también la gaseosa, que viene en envase grande no retornable y unos cuantos, se la llevan a casa si no lograron terminarla.
En síntesis, un lugar que vale la pena conocer. Y para volver apenas haya una nueva oportunidad.
