EL PALACIO HIRSCH

Por Marcelo Pazos

El ferrocarril fue el eje de la transformación urbana de Buenos Aires hacia finales del siglo XIX. Uno de sus aspectos fue la necesidad de dotar de viviendas a los empleados ferroviarios, pero en el caso del Palacio Hirsch, no se trató de simples obreros sino de un alto directivo de la compañía, con lo cual el lujo resultó un factor elemental.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires aprobó la fundación del pueblo de Belgrano el 23 de noviembre de 1855. Sus límites originales eran las actuales calles 11 de septiembre, La Pampa, Cramer y Monroe. En 1876, se inauguró una línea de ferrocarril que iba de Buenos Aires a Campana y la empresa estableció una parada en Belgrano. Años después, ese tren empezó a llegar a Rosario y por eso la estación Belgrano sumó una R a su nombre.

En 1880 con la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, se incorporan al territorio de la flamante Capital Federal los partidos de Belgrano (al norte) y Flores (al oeste). Por esos tiempos, empezaron a llegar a la zona inmigrantes británicos. Las características de las casas que construyeron eran típicas de su país, con materiales traídos de Europa.

El impulsor de la casa fue John Angus, un ingeniero mecánico escocés que fue gerente del frigorífico River Plate Fresh Meat Co. de Campana, el primero que hubo en el país, fundado en 1883. La ubicación debía ser cercana a la estación Belgrano R del entonces Ferrocarril de Buenos Aires y Rosario, un medio rápido para llevarlo a Campana.

El Palacio Hirsch se sitúa en la esquina de Conde (entrada por 2066) y Juramento, frente a Plaza Castelli. Al frente del diseño y la construcción estuvo el arquitecto inglés John Robert Sutton, quien proyectó el cuerpo central del edificio, que Angus decidió llamar «Residencia Belmont» y se inauguró en 1895.

En la década de 1910, compró el inmueble Alfredo Hirsch, un empresario alemán, presidente y copropietario del grupo Bunge y Born. A partir de entonces la casa estuvo habitada por su familia (un matrimonio con tres hijos) y otras 12 personas entre mayordomos, mucamas, cocineros y personal de mantenimiento.

Alfredo Hirsch supo ser además un coleccionista de arte y de platería colonial. Su refinado gusto, que incluyó una pinacoteca con 26 obras de arte con cuadros de Rembrandt y Rubens (más tarde donadas al Museo Nacional de Bellas Artes), lo alentó a comenzar con las modificaciones. Primero en la década del ’20 hizo agregar un ala izquierda en dos niveles, donde en la planta baja se situó una sala de música. Entre 1930 y 1931 se construyó el ala derecha que fue ocupada por un gran comedor.

La “Residencia Hirsch” se transformó así en la actual mansión de cinco plantas, 1.200 metros cuadrados cubiertos, en un solar de 50×50 metros, de estilo inglés de la época eduardiana, con inspiración francesa Luis XIII, y rodeado de jardines austeros y muros bajos.

En la década del ’90, comenzó un proceso de restauración y puesta en valor para lo cual se consiguieron en Inglaterra los planos originales de Sutton. Este auténtico palacio británico en Buenos Aires fue declarado Patrimonio histórico en base a la ley 449 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuyo artículo 10 «obliga a todos los habitantes a ordenar sus conductas en función de su protección, como así también de aquellos elementos contextuales que contribuyen a su valoración» y ostenta un carácter emblemático de la categoría que reviste el barrio donde se encuentra.

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