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Hoy: San Juan y Bernardo de Irigoyen.
Un sitio. Una calle. Una plaza. Un punto de Buenos Aires. Igual a tantos. Pero a su vez, distinto a todos. La gente lo transita, pero no lo recorre. Las personas lo atraviesan con la mirada, pero no lo ven. En esta sección, lo describimos.
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-Caluroso viernes de noviembre, apenas pasado el mediodía. La esquina perteneciente al barrio de Constitución, es una de esas típicas intersecciones porteñas donde todo el mundo transita apurado, para un lado y para otro. El paisaje está salvajemente marcado por la maraña de caminos ruteros, subidas y bajadas que se entrecruzan a unos metros, donde la traza de las autopistas 25 de Mayo y Presidente Arturo Frondizi (comunmente llamada Buenos Aires -La Plata) se encuentran y se adueñan del panorama a la altura del suelo, pero mucho más si se apunta la mirada levemente hacia arriba.
-Sobre Bernardo de Irigoyen, junto a la boca del Subte C en dirección a Cochabamba, un vendedor estableció su precario puesto sobre la vereda. No se trata del clásico sujeto que circula por la vía pública, sino de un verdadero artesano, que, establecido en un punto fijo, trabaja sobre metal fabricando vasos y recipientes más grandes, a los que decora con escudos de clubes y nombres de personas. Mientras realiza su tarea, el solitario vendedor responde cordialmente las inquietudes de los transeúntes, tanto si le preguntan por una calle, como si lo hacen por el precio de sus artículos, que cuestan 80 y 120 pesos respectivamente.
-A la vuelta, la cuadra de San Juan está fuertemente asociada al funcionamiento de la Universidad Abierta Interamericana, que posee sedes educativas y administrativas, en ambas manos de la avenida. Por ende, no es extraño que justo al lado de ésta, un local de fotocopias, anillados, duplicaciones, etc, haya desplegado todo su arsenal, a la espera del alumnado y demás gente vinculada a la voluminosa estructura de la UAI.
-Junto al negocio, existe otro comercio de un rubro muy emparentado al incesante flujo de trabajadores y estudiantes: un local de panchos, sandwiches y hamburguesas llamado, precisamente, “Siempre Don Pancho”. Tiene mesas adentro, afuera, y una barra repleta de aderezos, aditamentos para “lluvia de papas” y atractivos cartelitos con los precios de las ofertas. ¿Ejemplos? Los sandwiches de lomito, milanesa, bondiola y pollo (todos con lechuga y tomate) tienen un valor de 45 pesos. Agregándole jamón, queso y huevo, salen 50. El súper pancho cuesta 25. El choripán, 40…
-Al lado de “Siempre Don Pancho”, hacia Tacuarí, se encuentra uno de los edificios de la Universidad, donde el ingreso y egreso de público es constante. Hacia el lado contrario, surge un enorme portón -a esa hora abierto- cuya dirección es San Juan 984. Se trata de una dependencia del Gobierno de la Ciudad, un área destinada a intervenir sobre estructuras en riesgo edilicio llamado oficialmente Dirección General de Guardia de Auxilio y Emergencias. Actúa frente al peligro que representan marquesinas, balcones, o cualquier estructura edilicia en mal estado.
-La gastronomía no es propiedad exclusiva del mencionado local. En San Juan y Tacuarí, tres de las cuatro esquinas apuntaron al mismo rubro: el bar El Portal -con apariencia de ser el más antiguo-, una sucursal de Subway y el restaurant-cafetería EMViar. La excepción es el kiosco Los Amigos, negocio que entre otros artículos, cuenta con servicio de Rapi Pago. Junto a EMViar, una pizzería es una opción más para que el hombre de a pie, el motociclista, el taxista o cualquier persona que pase con hambre por la zona, tenga como para elegir.
-Otra vez San Juan y Bernardo de Irigoyen. El semáforo se pone en verde y los autos arrancan como si fuera la largada de una competencia. Ni que hablar de las motos, presurosas por iniciar su marcha veloz por entre coches, colectivos y todo obstáculo que dificulte su ambición de ganar minutos en una carrera que parece a contrarreloj.
-La jungla de ruido y cemento adquiere un tinte más intenso todavía para el lado de 9 De Julio. Si alguien sigue por San Juan hasta Cerrito, se topará indefectiblemente con la ancha avenida, que exhibirá ese temible combo urbano compuesto de altas dosis de smog, velocidad y locura.