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Últimos días de otoño en Buenos Aires. Mañana gris, no tan fría. Tenemos turno en el Lanari (de nombre oficial, Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari). Se trata de un importante centro de salud pública, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, ubicado en el barrio de Villa Ortúzar. Llegamos aproximadamente a las 10 hs. Ingresamos por el hall central. En la recepción somos correctamente atendidos. Nos derivan al segundo cuerpo de edificio, para lo cual hay que atravesar un estacionamiento descubierto, repleto de autos y alguna ambulancia. Como es lógico al no conocer bien el lugar, nos perdemos… Cinco o diez minutos más tarde, damos con el lugar indicado: una pequeña sala de espera, al final de un largo pasillo. Especialidad: diabetología o metabolismo, según se lo quiera llamar. Hay cuatro personas esperando. Adultos mayores. No es casualidad: el Lanari y PAMI tienen un vínculo que permite que allí se atiendan a diario gran cantidad de jubilados.

La doctora ya llegó. Pero hay que tener paciencia. Una cartelera sirve para entretenerse. En los afiches se pueden ver consejos sobre alimentación. En un cartel blanco y azul dice: “Vení a entrenar con nosotros y formá parte del equipo más dulce de todos. Somos especialistas en DBT y buscamos mejorar tu calidad de vida”. Hay un número de Whatsapp y una cuenta de Instagram para comunicarse.

En el pasillo hay más puertas. Desde un recinto se oyen tramos de una conversación. El tema es la Ley de Sellos. “Dentro de poco vas a ir a comprar una manzana y también va a tener el sellito”, ironiza, simpáticamente, una mujer. En el área de diabetología entra y sale gente en forma constante. Los visitadores médicos poseen acceso inmediato. Es difícil no pensar: “¿Por qué ellos pasan y nosotros no?” Pero claro, esto es un clásico que no tiene que ver exclusivamente con este sitio.

La espera no se alarga demasiado y al fin, escuchamos nuestro apellido. Ingresamos… La gente del consultorio se esfuerza por brindar un buen servicio. La reputación de los médicos en este lugar es excelente, aunque la salud pública, aquí y en todos lados, tiene sus puntos débiles. Cada paciente suele adosarle a sus problemas físicos, dificultades burocráticas muy personales. Los doctores y sus colaboradores hacen lo que pueden. Pero llegan hasta cierto límite luego del cual, las cosas dejan depender de ellos. Un ejemplo: hace un tiempo que la impresora se quedó sin tinta. Como dejó de ser válida la receta en papel, sólo se pueden emitir órdenes médicas en forma digital. Pero al no poder imprimirlas, el paciente tampoco puede llevarse la nota para tramitar diversas necesidades. “Nos dijeron que en unos días traían el toner”, se escucha por allí. Ese “en unos días” resulta tan incierto que contra todos los pronósticos, hasta es posible que la tinta llegue dentro de un rato. O no… Surge otra problemática: un hombre de uniforme azul, pronuncia una frase con aire de resignación y sale parsimoniosamente hacia el estacionamiento: “No son ustedes, es el sistema…”

Llaman la atención los contrastes de edad. Hay muchos adultos mayores, pero al mismo tiempo, por el Lanari se ve circular a personal muy joven, ataviados de uniformes de distintos colores. En una parte del sitio web del Instituto, lanari.uba.ar, está la explicación: “La residencia está orientada hacia la investigación aplicada. Alienta a la incorporación de médicos recién graduados al área de la investigación”.

La diabetóloga nos despide cordialmente. Regresaremos en unos dos meses. Es un tiempo prolongado, pero así es como se rige el sistema. Ahora, una de las vías más comunes para pedir turnos es el whatsapp, lo que hace que seguramente más de un jubilado, tenga que delegar el trámite en otro miembro de la familia. Para evitar más burocracia surge una idea: “Ya que estamos acá podríamos intentar pedir el próximo turno en la recepción, ¿no?” La pregunta es respondida afirmativamente en el consultorio. Nos dirigimos entonces hacia donde se dan los turnos. Un muchacho nos atiende con amabilidad, ventanilla de por medio. Sin embargo, nos quedamos con las ganas: para tener éxito en este objetivo, primero –nos aclara el empleado- es imprescindible la orden del médico de cabecera de PAMI, algo que deberá tramitarse en forma independiente de este centro asistencial. Agradecemos y volvemos a casa.

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