“Me gustan los lugares que guardan tesoros históricos”

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Entre 2013 y 2015, Juan Manuel Castro visitó nada menos que 70 instituciones barriales, con el objetivo de realizar notas periodísticas publicadas luego en diversos medios. En este reportaje relata su particular experiencia.

-¿Cómo empezaste con las entrevistas?
-El Diario Z se caracterizó por tener una sección exclusiva sobre clubes de barrio. Empecé a escribir ahí en el otoño de 2013. Había ido con una hoja de sumarios, hablé con la editora Adriana Carrasco y me dio una lista de clubes para ir a reportear. Los primeros que hice fueron La Floresta y CSD Villa Luro. Luego fue editor Néstor Rivas y continuamos con la misma dinámica. Como se he había hecho parte de la rutina, empecé a hacer notas de clubes para otros medios. Al tiempo, ofrecí hacer notas sobre casas regionales, las cuales en las últimas décadas se reinventaron como clubes con deporte, gastronomía y la cultura de cada país.
-¿Qué es lo que más te atraía de visitar clubes?
-Me gusta la concepción comunitaria que tienen. La mayoría habla de “lugar de pertenencia”. Suena a lugar común pero cuando lo ves en vivo y en directo toma otro sentido. Ver que desde los más chicos hasta los más grandes tienen su lugar para disfrutar está bueno. Ver cómo nuevas generaciones toman la responsabilidad de llevar un club adelante también está bueno. Tiene algo de ritual que me llama la atención. Me gustan los lugares que guardan tesoros históricos, ya sean actas y fotos suyas o artesanías, por ejemplo en casas españolas.
-Debés tener un montón de anécdotas. ¿Cuál es la más linda o la más extraña?
-Una de las visitas más lindas fue al club Riachuelo Junios. Fui a pocas semanas de que, luego de décadas, volviera el fútbol. Inauguraron casaca con el diseño de los años 50. Me lo contaba uno de los abuelos del club, que de nene vivía al otro lado de la medianera del club, y lloraba. Ahí te das cuenta todo lo representa una institución para los vecinos. Otra fue en el club social Independencia. Fui luego de la reapertura (cerraron por una clausura municipal y problemas económicos). Una de las dirigentes me dijo que se puso el proyecto de reapertura al hombro porque le hizo una promesa a un viejo socio. Cuando reabrió el club este abuelo pasaba de vez en cuando. “Con pasar por la vereda y ver que el club está abierto yo estoy feliz”, decía él. Me llamó la atención la simpleza de ese pensamiento, su alegría, más que disfrutar del club, estaba en ver al club abierto. En general me gusta cuando los integrantes de los clubes tienen las actas originales, fotos, documentación: ves que hay un interés latente en resguardar la historia. Eso motiva, está bueno. Es la mística que hereda cada generación.
-¿Nos contás otra?
-Al club Ciencia y Labor fui por una nota y al tiempo terminé haciendo un taller de historieta que daba un amigo; en el club de Santa Lucía recorrí los salones históricos de la época de Rosas; en Villa Cerini conocí a un hijo que hacía modelismo para que su padre ciego tocara las figuras una vez terminadas; busqué una casa española de más de cien años de la cual sólo quedan fotos viejas en la revista Caras y Caretas y un teléfono donde dicen que no funciona ninguna asociación española. Por suerte son varias y, mientras estén los clubes, van a ser un montón para todos los vecinos.
¿En qué medios fueron publicadas las notas?
-En Diario Z, revista El Abasto, Brújula Barrial, Nuevo Ciclo, Tiempo 2000. Hay algunas pocas inéditas, porque en octubre del año pasado Diario Z discontinuó la sección de clubes.
-¿Te gustaría retomar esta recorrida algún día?
-Sí, me gustaría retomar. Me quedaron muchos clubes por visitar. También, por qué no, volver a clubes donde ya hice notas. Ver cómo están las cosas. Ver qué actividades se renuevan.

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