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El ambiente que hoy se respira en «El 17 de Agosto» es de tensión: como si no tuvieran ya mucho con el ajuste tarifario –que los obliga a pagar mensualmente unos $150.000 en servicios, como si fueran una gran empresa-, una sentencia judicial los dejó al borde de la desaparición.
En 2011, el club decidió pedirle a Graciela Villar, hasta entonces entrenadora de la Primera división de Básquet, que se dedicara a formar las divisiones inferiores, donde el desempeño del club «flojeaba». La entrenadora –que había ingresado al club en 2007- rechazó la propuesta y se dio por despedida, iniciando un juicio en el que la Justicia laboral condenó al club a afrontar un pago de $1.300.000 más $250.000 de costas legales. La paradoja es que Villar dejó el «17 de Agosto» para ir a otro club… a entrenar inferiores.
Graciela Villar
«La Justicia nos condena como si un club de barrio fuese una multinacional. Como si esa entrenadora fuese un empleado fiel al que estafaron. Ahora mi club pende de un hilo. Y con él los cientos de chicos y chicas que practican algún deporte. Los que no están en la calle. Los que no deambulan. Sino que hacen vida sana. Porque un club de barrio es eso. El club sana. Cuida. Educa. Defiende valores», afirmó Andrés Sanguinetti, prosecretario del club y periodista de El Cronista Comercial.
Si bien el club llegó a un acuerdo de pago en la Justicia, el acuerdo solo estira plazos por un año y medio. «Honestamente, estamos con una gran espada de Damocles porque tenemos que generar el dinero para poder hacer frente al pago y que no nos remate el club», explicó Sanguinetti, quien recordó que durante la década del 90, «El 17 de Agosto» debió reducir sus instalaciones por juicios similares por parte de ex entrenadores: primero, tuvo que vender un terreno para pagar la indemnización de US$ 350.000 y luego cedió otro terreno donde había una cancha de tenis por otra indemnización.
Con una recaudación mensual cercana a los $600.000, entre las cuotas de los socios, los convenios con el PAMI y los alquileres, los gastos prácticamente ascienden al mismo monto, entre servicios, mantenimiento y sueldos. Sin ayuda de la Ciudad ni de la Nación, sólo un milagro podría salvar al «17 de Agosto» de la quiebra.

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