PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

PlazaPAso1

A Pablo le atraía la idea de caminar por Buenos Aires sin un rumbo fijo. No lo ponía en práctica muy seguido, pero en circunstancias, precisaba hacerlo para desenchufarse del trajín cotidiano, para ordenar algunos pensamientos o bien para obtener inspiración que lo ayudara a encarar ciertos cambios de hábito. Unos cuantos sonidos urbanos -el rugido de los motores de autos, motos, camiones, colectivos- no eran compatibles con una búsqueda cuyo mejor aliado era el silencio, sin embargo, para estas cuestiones tampoco había una ciencia exacta. Y una ciudad  rebosante de estridencias, quizás sin proponérselo, podía llegar a convertirse en una inesperada buena compañía. Una noche de febrero, Pablo redactó unas líneas. Al terminar, les puso este título: “Cómo llegar a la fe cuando parece lejana”.

A través de los años me he cruzado con gente que manifiesta que le gustaría tener fe en un ser supremo, pero que no la tiene. Yo mismo he estado en esta situación por mucho tiempo. Imaginaba que la fe es una característica de la personalidad con la que uno nace. Que se tiene o no se tiene. Y que no es posible conseguirla cuando no se la lleva consigo desde el nacimiento o desde muy temprana edad. Nunca tuve tanto interés como para analizar si era una cuestión genética, pero lo cierto es que ya siendo adulto, me sentía muy lejos de ella.

Más adelante, comprendí que estaba equivocado, y que tener fe no implica una virtud innata. Se la puede hacer crecer si se lucha y se clama por ella. Todos venimos a este mundo con, al menos, una pequeña dosis de fe. Si utilizando esa mínima dosis uno tiene la humildad de acudir a Dios y en oración, pedirle que aumente su fe, si es Su voluntad, Él lo hará. Posiblemente no sea a través de una maniobra mágica sino de un proceso que pueda necesitar de equis cantidad de tiempo, de acuerdo a la medida que el Señor juzgue como correcta. Pero cuando uno deja entrar a Yeshúa (Jesús) en su corazón, este proceso se activa y ya no existen misiones imposibles, teniéndolo como intermediario ante Dios Padre.

Esto puedo afirmarlo en base a mi propia experiencia: yo era alguien cuyo único contacto con la fe, era el hecho de anhelarla desde lejos, resignado a que por ser demasiado racional, no era un atributo para mí. El tiempo me demostró que sólo eran prejuicios. Dios opina lo contrario (“así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra del Mesías” Romanos 10:17) y así lo dejó asentado en las Sagradas Escrituras. Recurriendo al gran manual de instrucción y perseverando en la oración, hallé la respuesta a mis ruegos.

Un sustento bíblico:

Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado. Romanos 5:5.

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