DEPORTE PORTEÑO

CPD

ANÉCDOTAS EN LA ESCUELA DEL CÍRCULO DE PERIODISTAS DEPORTIVOS

En el corazón de Lugano I y II.

Después de los dos partidos de prueba a los que fui enviado por la redacción de la revista, el 8 de junio de 1991 llegó el día de mi debut oficial como colaborador de la Sólo Fútbol. Las pruebas las atravesé satisfactoriamente. La primera había sido la cobertura de Comunicaciones 3-Argentino de Quilmes 2 (el 23 de marzo) y la segunda, la de Excursionistas 3-Dock Sud 3 (el 30 de marzo), ambas por el torneo de la Primera C.

¿Por qué se demoró tanto mi estreno? Es que en marzo/abril, las fases regulares de los campeonatos de ascenso estaban finalizando, por lo que los torneos ingresaban en etapas “reducidas” y la cantidad de partidos disminuía. Así las cosas, cuando se reanudó la competencia fui tenido en cuenta para cubrir un encuentro de Primera D: Yupanqui-Fénix. En realidad, esto ocurrió en la segunda fecha, oportunidad en la que el anfitrión recibió a Fénix en el estadio que utilizaba por aquellos años, el complejo Savio 80, ubicado en el corazón de Lugano I y II.

Arribar a este lugar representó todo un desafío. En tiempos en que Google Maps tal vez ni siquiera estaba en la imaginación de su creador, lo que había que consultar para saber cómo llegar a los estadios desconocidos, eran las antiguas guías de calles y colectivos en papel, algo que demandaba un desgaste impensado, en la comparación con la tecnología disponible hoy en día.

Con un colectivo hasta Nazca y Rivadavia y otro (¿el 141?) hasta el barrio Gral. Savio –denominación oficial de Lugano I y II- arribé a destino sin mayores inconvenientes. ¿Sensaciones? Asombro al pisar una geografía jamás vista “en vivo” y, a lo mejor, un poco de temor por hallarme en un sitio con fama de peligroso. El club Savio 80, que actualmente no existe, al menos no con ese nombre, estaba rodeado, en gran parte, por las gigantescas torres. Era una humilde cancha sin tribunas, donde no obstante, los protagonistas parecían desbordar de entusiasmo por participar del fútbol organizado por AFA, aunque más no fuera, en la menor de sus categorías. Y ese entusiasmo, también lo tenía yo, que comenzaba a dar pasos en un mundo que hasta hacía muy poco, únicamente podía contemplar desde el exterior.

El partido lo ganó el local (dirigido por Norberto Fleiderman) 2 a 1, con goles de Luis Orellana y Aníbal Ramírez. La visita, cuyo técnico era Ricardo Aramallo, anotó por intermedio de Ramón Romero. Esa tarde conocí a Guillermo Campos, un entrañable personaje del ascenso. Guillermo era hombre de Fénix, aunque alternó su generosa labor dirigencial entre este club y Sportivo Barracas, un desdoblamiento que por muy extraño que sonara en el fútbol superprofesional, en las divisiones más chicas del ascenso, donde el objetivo no pasaba tanto por ganar dinero sino por involucrarse en la competencia deportiva, no estaba mal visto.

Mientras observaba el encuentro desde la zona de los vestuarios, parado junto al alambrado, vi a cierta distancia a Ariel Helueni, un joven cronista de El Ascenso por Tres, Radio Colonia, que con el paso de las décadas, haría progresos que lo llevarían a trabajar en medios de repercusión masiva.

Una vez finalizado el cotejo, comenzó otro periplo, ya que debía entregar la síntesis, el comentario y las apostillas, a la revista, en la calle Yerbal, de Caballito. En una libreta que estrené para este evento –y que todavía conservo- hice las anotaciones correspondientes. En la redacción, me atendió Gabriel Fernández, uno de los encargados del “cierre”, como en la jerga, se le dice a la terminación de la publicación, en las instancias previas a su impresión. El “Gallego” Fernández tecleaba en la máquina de escribir, y yo le dictaba, parado a un costado. En mi memoria quedó registrado un dato de color: una de las incorporaciones de Fénix para la temporada 1991/92, un muchacho de apellido Mentasti, era hijo de la actriz María Leal. Al Gallego le pareció una buena anécdota para ser incluida en la sección de apostillas del semanario. Y se le ocurrió un título que festejó sonrientemente: “¡Grande, Ma!”. Es que María Leal era una de las actrices principales del éxito televisivo “Grande Pa”, que protagonizaba Arturo Puig en los inicios de los Noventa.

Leave a Reply