PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

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Ningún ser humano puede tener el control de todo, por más esfuerzos que hiciere… ¿Quién puede negar un principio tan básico? En teoría, Pablo también lo tenía muy claro. Pero en el día a día, le resultaba muy difícil aplicarlo. Por eso, a través de sus TOCs, procuraba crear un mundo en el cual nada se modificara. “Si no marco el número 13 o el 17 en el control remoto, voy a evitar que algo malo pase, lo mismo que si prendo y apago la luz muchas veces…”, pensaba, infantilmente, aunque ya siendo adulto. Desde luego, él era consciente de su extraña conducta. Lo que no conseguía, era dejarla de lado.

Ese intento por controlar todo a través de sus actitudes, también lo tenía con ciertos pensamientos. Pablo fue moldeando un controvertido procedimiento mental: si ante la posibilidad de una mala noticia, pensaba en el tema por anticipado, quizás lograría que la mala noticia no se concrete. Por supuesto, todo esto era a nivel inconsciente. Pero en un momento, ante la mínima chance de una mala noticia, sus pensamientos negativos eran tan abrumadores, que ya no conseguía controlarlos, provocando un efecto boomerang que lo llevaba a sufrir por culpa de los macabros escenarios que su mente recreaba.

Mucho tiempo después, escribió: “¿De qué me acusan?”

“Yo no maté, nunca me quedé con algo ajeno, les di dinero a los pobres, ayudé a los necesitados… Me considero una buena persona. ¿Por qué quieren acusarme de pecador cuando no lo soy?” Este pensamiento lo tiene bastante gente y a partir del punto de vista humano es correcto. Sin embargo, aquí, lo que vale es lo que opina el Creador del Universo y no lo que nos parece a nosotros.

Dios entregó un mensaje sobre lo que pretende de Su criatura amada. Este mensaje está muy claro en las Escrituras y no se limita a tener en cuenta los buenos actos que entendemos que hicimos. Con solo repasar los Diez Mandamientos, es posible comprobar que el Señor ve con muy malos ojos la mentira, la codicia, el egoísmo, la infidelidad… ¿Quién puede considerarse limpio de pecado ante este panorama?

Aquel que al menos una vez en su vida haya caído en ellos, ya es considerado transgresor de las reglas divinas. Pero aún hay más. En su mensaje el Señor deja en claro el deber más importante de todo hombre: amarlo por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Frente a semejante demanda, ¿quién puede entender que cumple con lo exigido por nuestro Creador? Cómo se ve, no hay nadie que de acuerdo a Sus mandatos, esté en regla con Dios.

Quizás alguien diga que son exigencias muy altas. Por supuesto que lo son… Pero lo bueno es que el Señor también esto lo comprende. Y en respuesta a esto, porque Él no quiere que nadie se pierda, es que entregó a Su propio hijo en sustitución por la desobediencia humana. Con Su sacrificio, Yeshúa (Jesús) libera de la pena que merecen, a todos los aceptan Su obra redentora. La persona que, reconociéndose pecador, lo crea de esta manera, habrá dado un paso decisivo para que su alma vaya a ese lugar santo que es el Cielo. El que prefiera seguir su camino como si nada pasara, algún día también confirmará que su alma quedará apartada de allí eternamente.

Un sustento bíblico:

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Yeshúa (Jesús)—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:37-38.

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