PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

GPerez_MArtinez

En mayo de 2011, nació su segunda hija, una criaturita sana y vivaz… Ahora eran cuatro. El hogar estaba lleno de felicidad. Pero… (¿es posible que siempre haya un “pero”?). Las cosas se ponían difíciles nuevamente. Pablo pensaba que gracias a la experiencia cosechada años atrás, esta vez tendría motivos para que la presencia de un bebé en casa no lo estresara. Sin embargo, la teoría no era lo mismo que la práctica. Ya en los primeros días, el papá se dio cuenta de que su hijita tenía las mismas dificultades para dormir de noche que su hermana mayor. O quizás, más todavía. La alta frecuencia con la que tomaba la mamadera, no permitía que Pablo y su mujer pudieran conciliar el sueño de corrido. A esto se sumaba, que Pablo trabajaba en su casa, por lo que tampoco lograba abocarse con normalidad a su actividad laboral.

Los típicos llantos “sin motivo” tronaban en horarios diversos. Una pequeña-gran diferencia con respecto a la primera experiencia, consistía en el hecho de que mientras aquella vez fue en verano, en esta ocasión, los primeros meses transcurrieron en invierno. O sea que si había que salir a dar una vuelta a altas horas de la noche, no se podía… El frío hubiera empeorado la situación.

Con el paso de las semanas, el problema estacional quedó atrás, aunque la falta de descanso, el fastidio y los roces familiares, iban deteriorando el bienestar mental de Pablo.

Mucho tiempo después, escribió: “Con fallas, pero fiel”.

Abraham fue el hombre que el Señor escogió para fundar una nueva nación. El judaísmo procede de este patriarca y la vasta descendencia que tuvo. Yeshúa (Jesús), el Hijo de Dios, que nació muchas generaciones después, también pertenece a la inmensa familia cuyo iniciador fue Abraham. Miles de años atrás, el Eterno valoró su fe y su obediencia, algo que no era común en el contexto de una cultura pagana que adoraba ídolos y le daba la espalda al Dios creador del Universo. En consecuencia, a Abraham se lo señala como uno de los grandes maestros de la fe. El hecho de haber estado dispuesto a sacrificar a su amado hijo Isaac –algo que el Señor no permitió que sucediera- sería su máxima muestra de fe (Génesis 22: 1-14).

Sin embargo, también falló. Por momentos, el miedo lo venció. Esa fe no siempre se mantuvo firme. A pesar de las promesas de bendición de Dios, en cierta ocasión, al atravesar Egipto y para evitar posibles problemas mintió, haciendo pasar a su esposa Sara por su hermana (Génesis 12: 10-20). El temor a que le sucediera algo malo fue más fuerte que su confianza en el Señor, que reprobó su actitud pero nunca lo apartó de Sus planes, porque sabía que a pesar de sus equivocaciones, por más graves que fueran, su corazón era fiel.

Los grandes personajes bíblicos también fallaron. Como seres humanos, tenían los mismos defectos que nosotros hoy en día. No obstante, el arrepentimiento y la predisposición para no alejarse de Su voluntad a pesar de los pecados cometidos, era lo que Dios valoraba. Y es, precisamente, lo que sigue valorando en nuestros tiempos. No somos perfectos. Él sí. Pero Su perdón no se agota. Y las bendiciones que nos tiene preparadas tampoco, si como hizo Abraham, anhelamos no apartarnos del camino correcto.

Un sustento bíblico:

Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes -afirma el Señor Todopoderoso-. Zacarías 1:3b.

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