PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

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La cuarentena puede transformarse en un terreno fértil para el sembrado de aspectos contradictorios: para la angustia, el miedo, la incertidumbre… O bien para restablecer vínculos, enmendar errores, explorarse a uno mismo. Lo más probable, sería que estas cosas aparezcan entrelazadas en la mente de las personas, alternándose pensamientos positivos con negativos. Nunca –o casi nunca- unos u otros, por separado. En esto, una tarde de julio, reflexionaba Pablo, que hacía esfuerzos para que sus propios pensamientos no cayeran del lado oscuro. A más de cuatro meses del inicio del período de aislamiento, la terapia con Cristian en el consultorio de la calle Manuel Ugarte, bastante lejana había quedado. Pablo sabía que las charlas con su psicólogo le servían mucho, aunque no sentía desesperación ante la abstinencia.

Por su cabeza, diariamente, seguían girando las cuestiones que lo habían conducido hacia las consultas de los miércoles. Y de vez en cuando, tenía la necesidad de expresar por escrito, parte de todo lo que procesaba su maquinaria mental. Anochecía en Buenos Aires, cuando durante una fría jornada invernal, volvió a poner en práctica esas ganas de pasar en limpio algunas ideas. Fue entonces que se sentó frente al teclado y escribió:

Tratar de distinguir lo bueno de lo malo.

Esto que tan simple parece, no lo es tanto, sobre todo cuando los formadores de opinión pública (la televisión, la radio, Internet) penetran en cada hogar y, sin que nos demos cuenta, establecen patrones de conducta desde muy temprana edad. Cuando los adolescentes, jóvenes y adultos ya estamos tan impregnados en los elementos contaminantes que emanan desde las entrañas de la sociedad, es necesario que realicemos un esfuerzo extra para darnos cuenta de qué es bueno y qué es malo.

¿Un ejemplo? El consumo de alcohol y drogas aumenta sin cesar. La costumbre ha prendido tan fuertemente, que un adolescente que no quiera emborracharse un fin de semana, en lugar de sentirse bien por hacer lo correcto, quizás sufra por el menosprecio de otros chicos que pertenezcan a un grupo más numeroso. Pero todos, unos y otros, por causas distintas, son víctimas de una sociedad donde la mayoría no siempre (cada vez menos) es la que camina por el sendero correcto.

Por el contrario, ¿dónde se habla de Dios o de la Biblia hoy en día? ¿En la televisión? ¿En la radio? ¿En Internet? ¿En el colegio? Desde luego que no. Los formadores de opinión, en general, no emiten opinión al respecto. Por eso, este manual de instrucción por excelencia, que es la Biblia, el sitio que entre otras cosas nos enseña a distinguir lo bueno de lo mano, no llegará a nuestro conocimiento a menos que nosotros tengamos la iniciativa de ir por él.

No hay que sorprenderse por esta distorsionada realidad (llamar bueno a lo malo, y viceversa) que vive el ser humano, que tanto le ha dado la espalda a su Creador. Su misma Palabra, miles de años atrás, había anticipado que así sería.

El sustento bíblico:

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20).

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