HISTORIAS MÍNIMAS… Y PORTEÑAS

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LA FIESTA DE AYELÉN

Ayelén está en primer año del secundario. Transcurren las primeras semanas de clase. Para ella todo esto es parte de un mundo nuevo. Hay que estudiar bastante, pero le gusta la escuela y está contenta porque con ella siguen cursando varios compañeros que conoce de la primaria.

A veces llega a su casa sorprendida, porque en el colegio y a la salida, ve cosas que en la primaria no se veían. Ayelén les cuenta todo a sus padres, y ellos tratan de aconsejarla.

Una tarde, después de merendar, le confió a su mamá: “Hay algunas chicas más grandes que conozco de la primaria y están muy cambiadas”. La mamá escuchó con atención. Luego su hija le hizo una pregunta sobre una prueba de matemática que había tenido, y no siguieron hablando de aquel tema.

Un par de semanas más tarde, Sofía, una chica de segundo año, hermana de la compañera de banco de Aye, invitó a su cumpleaños a Ayelén y a otras amigas de primer año. Cuando ese sábado a la noche su papá fue a buscarla, Ayelén, más sorprendida que nunca, quiso contarle asuntos de la fiesta que la habían dejado asombrada. Mientras volvían a casa en el colectivo, le dijo: “La casa era muy grande y había cualquier cantidad de gente. Eran casi todos adolescentes. Yo sólo tomé jugo, pero la mayoría tomaba mucha cerveza. Algunos fumaban, cigarrillos comunes y otros que largaban un olor raro. Me dijo una de mis amigas que eso era marihuana”.

El papá se quedó unos segundos en silencio. Pensó si habían hecho bien en dejarla ir a esa fiesta. Con su esposa, habían decidido que fuera, porque conocían a varios de los chicos que estaban ahí, y a sus familias. Por eso, lo primero que le preguntó a su hija, es si los papás de la cumpleañera estaban presentes. “Estuvieron al principio pero se fueron enseguida y no los vi más”, respondió ella.

El papá de Ayelén sabía que tarde o temprano, su hija se encontraría con situaciones como esa, aunque no esperaba que fuera tan rápido. Y le dijo: “Esto lo vas a ver cada vez más seguido porque el mundo es así ahora. El consumo de alcohol aumentó muchísimo en los últimos años, y lo mismo pasa con las drogas. Eso que vos sentiste era marihuana, pero existen un montón de drogas más que hacen muy mal, lo mismo que las bebidas alcohólicas. Los adolescentes están muy expuestos a todo eso, tenés que estar alerta porque cualquiera que no esté atento al peligro, puede caer, sobre todo, los de tu edad o un poco más grandes. No es para que te asustes pero sí para que tengas cuidado, y siempre, que charles todo papá y mamá”.

Ayelén siguió contando: “Me sorprendí también por la ropa de Sofía y sus amigas. Unas usaban polleras muy cortas. Otras, remeras con escotes grandes. Además tenían la cara muy pintada. En la escuela eran tan distintas…”.

Era momento de bajarse del colectivo. El papá volvió a opinar mientras caminaban hasta la casa: “Mirá, el alcohol y las drogas representan un gran negocio para cierta gente a la que sólo le importa ganar plata, y no le interesa para nada el mal que pueden estar causando. Mientras muchos jóvenes andan por ahí borrachos, drogados y creyéndose vivos porque toman y fuman, otros, los que venden, se llenan de plata gracias a que chicos y grandes se meten porquerías en el cuerpo. Encima, muchas de esas cosas son legales, o sea que la misma sociedad te está permitiendo y hasta te incentiva para que las consumas. ¿Y sabés cuáles son los mayores peligros? Eso de creer que si todos lo hacen, hacerlo está bien. Que si lo hacen nuestros amigos, uno también tiene que participar, para no sentirse menos. O creer que tomar un poco no te hace nada. O pensar que los papás, si te advierten sobre estos temas, ya están viejos y no entienden. Cuando los hijos entran en la adolescencia, empiezan a imaginar que saben más que los padres, entonces se niegan a escuchar sus consejos y así las familias pueden llegar a sufrir graves problemas”.

La mamá estaba asomada a la ventana, observando cómo se acercaban su esposo y la nena. Apenas entraron, se dieron un fuerte abrazo. Después, Ayelén se dio un baño, se cambió y tranquilamente, apoyó su cabeza en la almohada, hasta que se quedó dormida.

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