PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

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Por primera vez en mucho tiempo, Pablo pensó en la posibilidad de volver a hacer terapia. Habían sido difíciles los últimos días para él. Miedos, culpas e inseguridades lo sobrevolaron de manera amenazante… ¿Sería la hora de apelar a una persona con la cual poder hablar libremente de todos los temas? En su análisis interno, casi ni se le cruzó por la cabeza la idea de recurrir a un psicólogo que no fuera Cristian, el profesional que lo atendió hasta marzo de 2020, cuando la cuarentena interrumpió sus periódicas idas al edificio de la calle Ugarte. De volver a la terapia, sería con él. Pero, ¿qué sería de la vida de Cristian? ¿Habría vuelto a recibir pacientes en su consultorio particular? ¿Se manejaría a través del Zoom o la videollamada? La opción virtual era la que más seducía a Pablo. La denominada “segunda ola” del Covid-19 estaba en un momento de mucha tensión y sus temores –lógicos en este caso- frenaban los impulsos de mantener cualquier encuentro presencial que no fuera estrictamente necesario. Sin embargo -otra vez-, su indecisión pesó más y el contacto con el terapeuta no se reanudó, aunque Pablo seguía considerando esa posibilidad muy fuertemente. Y como reflejo de los días difíciles que atravesaba, anotó estas líneas, poniéndoles como título, “nunca olvidar que hay una esperanza”.

Hay veces en que todo pareciera salir mal y no encontramos el rumbo correcto. Ni siquiera los creyentes estamos libres de sufrir las circunstancias adversas que nos presenta esta vida. Más aún, los que depositamos nuestra fe en los caminos del Señor, a menudo nos topamos con las dificultades propias de vivir en un sistema que va en sentido contrario. Si tenemos en cuenta que los creyentes también tenemos diferentes maneras de pensar –como individuos que somos, las discrepancias son tan normales como entendibles- no es extraño que se dificulte más todavía nuestro transcurrir por un complejo día a día. 

Desde esta columna de opinión, en base a los consejos vertidos semana tras semana, daría la impresión de que quien escribe tuviera todo resuelto, que nunca se desanima ni se lamenta. Sin embargo, nadie está exento de enfrentarse a luchas que son muy arduas. Y no hay que sorprenderse de esto, porque el propio Yeshúa (Jesús) afirmó que esto sucedería, aunque también el Señor nos indica que sea cuales fueren las circunstancias, la victoria de sus hijos está asegurada, así como el Mesías triunfó por sobre la muerte hace más de 2000 años. Por eso, cuando las cosas parecen no funcionar o cuando no se ve una salida cercana, qué mejor que elevar la mirada y aferrarse a esa esperanza, fundamentada en Su bella promesa.

Un sustento bíblico:

Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11.

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