0 4 mins 10 meses

Una vez que cortó la comunicación con su ex suegra, Pablo no pudo evitar que las dudas siguieras sobrevolando su mente. Ese cumpleaños había caído apenas algunas semanas después de lo que para él fue una dolorosa separación. Venía pensando en el llamado telefónico desde hacía unos cuantos días. Y ahora que había terminado la breve charla, fue como que también se cortaba el delgado hilo que lo mantenía unido a la posibilidad de volver con su ex. Si había alguna esperanza sustentada en el fugaz contacto provocado por aquella fecha especial, esta se evaporó, pensó Pablo. Desde ahora, ya no habría más “excusas” de por medio para alimentar la idea de un nuevo contacto. De todos modos, las preguntas no abandonaron su cabeza tan rápidamente: “¿Habrá estado la hija presente, mientras yo saludaba a la madre? Y si no estaba, ¿le contará ella? Y si se entera, ¿habré sumado algún puntito con vistas a una reconciliación? ¿Estará saliendo con alguien? ¿Y si ese alguien también estaba en la reunión familiar cuando yo llamé?”.

Las dudas se sucedían, unas a otras. Si hasta parecía que hacían fila… Pablo todavía no había elaborado una eventual respuesta para una pregunta, que la otra se apuraba para entrar. Desde luego, ninguna respuesta sería concluyente. Sólo eran especulaciones amontonadas desordenadamente dentro de una mente que clamaba por serenidad. Podía haber estado horas enteras analizando lo sucedido a partir de aquel llamado, pero sabía que eso no tenía ningún sentido, y que lo único que ganaría sería seguir aferrado a un pasado que era imperiosamente necesario soltar.

La inminencia del saludo a la cumpleañera le había generado un lógico nerviosismo. En los momentos posteriores a la comunicación, esa sensación de ansiedad y nervios, mezclada con la consabida incertidumbre, persistió. Pero superada esa instancia, Pablo tuvo conciencia de que, ahora sí, debía dar vuelta la página y no aferrarse a ninguna otra expectativa de reencuentro.

Muchos años después, escribió:

REBELDES POR NATURALEZA

Los seres humanos somos rebeldes hacia Dios. Por naturaleza, no queremos saber nada con él y recién lo buscamos cuando estamos ante una gran necesidad. Aunque hay mucha gente creyente, esta sigue conservando la misma rebeldía natural, aunque con la importante diferencia, de que como un hijo frente a un padre terrenal, es capaz de razonar: “No tengo ganas de hacerlo, pero si el Señor me lo demanda, debo obedecer, pues él mejor que nadie sabe lo que es bueno. Haré el esfuerzo, porque me ama y no se equivoca”. Llevamos la rebeldía incorporada, pero también la voluntad para derrotarla cada vez que quiera imponerse. Y esto lo logramos, gracias a que es el mismo Dios, quien nos ayuda en nuestras debilidades.

Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos. Salmo 143:10.

Deja una respuesta