PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

Tratar de distraerse, comer mejor, subir un poco de peso… Además de estas cosas, ¿qué más puede hacer una persona que busca levantar su amor propio luego de una ruptura amorosa? Sí, ir al gimnasio. Y eso, efectivamente, es lo que hizo Pablo, algunas semanas después de que se quebrara la relación de casi tres años con la que había sido su primera novia. Hacía un tiempo largo que había dejado de concurrir a un gimnasio de su barrio. A veces, pasaba por la puerta y sentía algún deseo de reiniciar su actividad física, pero la comodidad se imponía y Pablo seguía de largo. Hasta que en esta ocasión, tuvo certeza de que ahora que las “papas quemaban”, era imperioso renunciar si o sí a la tan mentada zona de confort y ponerse en marcha para salir adelante.
Volver fue todo un desafío, porque más allá de la actividad física, sería ineludible toparse con personas hasta el momento desconocidas tras ingresar a un ámbito en el cual, muchos ya se conocían entre sí y lo verían como al “nuevo” del gimnasio. Toda esta situación implicaba una amenaza para Pablo, algo así como enfrentarse a un mundo hostil que estaba esperándolo con el cuchillo entre los dientes (no olvidarse, del bullying que había sufrido en la secundaria, cuyos efectos seguían manifestándose cada día de su vida). Aún así, una tarde de primavera Pablo tomó coraje y salió de su casa. Con un grado importante de nerviosismo, caminó algunas cuadras, hasta el lugar elegido. Entró y se anotó. Luego, se dirigió al subsuelo, donde estaba la sala de complementos. Mientras bajaba la escalera, percibía los sonidos inconfundibles: el golpe de las pesas, el motor de la máquina de correr, la música desde el altoparlante… Y por supuesto, voces que permitían deducir que habría mucha gente con la que tendría que cruzarse. Sí, sin dudas, una nueva etapa en la vida de Pablo comenzaba.

Muchos años después, escribió: “Todo empieza por casa”.

Es frecuente que a las personas se nos peguen los usos y costumbres de nuestro entorno. Si en la familia suelen darle importancia a la política, no sería extraño que los niños pequeños, a futuro, sigan los mismos pasos. Igual ocurre con el fútbol, la música, etc. A la inversa pasa algo similar: cuanto menos hablen los padres de política –aunque siempre hay excepciones- menos hablarán los hijos. Si en un hogar a la Palabra de Dios no se la tiene en cuenta, muy probable es que los hijos crezcan dándole la espalda a nuestro Creador. Luego esos niños irán a la escuela y se encontrarán con compañeros que tienen el mismo esquema: una vida sin Dios. Como la familia es la base de la sociedad, mediante este modelo se ha ido formando una comunidad que muy lejos está de las instrucciones, los anhelos y las bendiciones que el Señor tiene preparados para Sus hijos.
Dios fue muy específico en esta ordenanza: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:7). Pero, ¿cuántas personas respetan este mandato? ¿Qué padre, hoy por hoy, trata de educar siguiendo la guía del Señor? Por lo general, muy poco. El hecho de apartarse, significa que también uno se alejará de las bendiciones que Él continúa ofreciéndonos. Por eso, mientras tengamos los pies sobre esta tierra, todavía habrá tiempo de romper con este modelo de sociedad que propone esa vida sin Dios. Sin embargo, así como Su justicia es inquebrantable, también inmenso es Su perdón. No esperemos más y corramos a reconciliarnos con Él, que sin dudas, nos espera con ese ferviente deseo.


Un sustento bíblico:
Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Proverbios 22:6.

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