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Pablo dio vuelta la página. “Tal vez algún día nuevamente nos encontremos, pero ahora no puedo seguir esperando eso, tengo que olvidarla”. Este era el pensamiento que predominaba en su mente. En esto se basaban los esfuerzos de Pablo, que entendía que, si bien no era descabellada la idea de que se volviera a cruzar con su ex en cierto momento de la vida, no debía vivir pendiente de esa posibilidad, porque también existía la chance de que jamás volviera a verla. Y aún si el reencuentro se producía, también era muy factible que ella no quisiera saber nada con considerar la reanudación del noviazgo. En síntesis, no tenía ningún viso de sensatez “llorar sobre la leche derramada”, como así tampoco, seguir alimentando planes de reconquista.

Era el momento preciso de tragar saliva y cerrar un capítulo que, entre idas y venidas, se había extendido por algo más de tres años. Pablo lo comprendió. Y una de las primera medidas que tomó con el objetivo de sanar heridas, de frenar la caída de su autoestima y de dejar atrás ese pasado que lo incomodaba, fue la de recurrir a la terapia. De manera que quiso que la consulta psicológica se convirtiera en una aliada que lo ayudara a disipar el frente de tormenta que se había instalado en su complicado día a día.

Así las cosas, en esa desesperada búsqueda de sanación, a la terapia individual con el psicoanalista Carlos, la complementó la grupal, que llegaba de la mano del “taller de la timidez” que casi al mismo tiempo, halló bajo la tutela de un hospital público.

Sosteniéndose de ambos recursos psicológicos, sin olvidarse de la condición física que intentó ejercitar con su perseverancia en el gimnasio, Pablo encaró con decisión una nueva etapa de su vida.

Muchos años después, escribió: “El creador de la vida”.

El Creador de la vida también es el que mejor la conoce. Por eso, Dios sabe y entiende todo sobre nosotros. Desde las cosas que no le contamos a nadie hasta los problemas que no somos capaces de resolver. Es que ni siquiera nosotros nos conocemos como nos conoce nuestro Creador. Y eso suena muy lógico: el constructor de un automóvil, por ejemplo, es el que comprende perfectamente como repararlo ante cualquier desperfecto que sufra. Sabrá hacerlo, inclusive, mejor que el mecánico más hábil. Pero lo más hermoso de todo, es que Dios se complace en estar junto a nosotros para ayudarnos en nuestros asuntos, desde los más grandes hasta los más pequeños. Y si él desea ayudarnos, no le neguemos esa posibilidad. Cuando de corazón lo busquemos, los beneficios serán sorprendentes.

Un sustento bíblico:

Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, creador del cielo y de la tierra. Salmo 124:8.

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