Los casos de maltrato animal siguen vigentes. Se hacen visibles, sobre todo, cuando la Policía descubre las pésimas condiciones que deben soportar perros y otras especies que son puestas en venta. En CABA, ha habido cuantiosos casos en el transcurso de los últimos meses. La contracara son las personas que sienten una gran sensibilidad por los animalitos y los rescatan de la calle. Una muestra: un vecino de la zona centro-norte porteña, adoptó una caniche que sobrevivía en un «aguantadero» del sur capitalino. Tenía tres perros pero al conocer la necesidad de esta perrita la llevó a la casa que habita con su familia y se integró al hogar. Quizás no sea una hazaña pero sí constituye un sencillo acto de amor, que representa la empatía de muchísimas personas para con los animales, mientras por la insensibilidad de otras, estos son maltratados y usados para hacer dinero.
Tranquila esquina porteña. Una calle, adoquinada; la otra, asfaltada. Ambas, caracterizadas por un escaso tránsito, sin circulación de colectivos y una geografía marcadamente residencial. Sin embargo, un sonido intruso altera la luminosa jornada barrial. Un ruido muy molesto parte de un auto estacionado sobre la calzada empedrada. Sí, es una alarma que no deja de sonar. La bocina penetrante está fuera de control. En la vereda, dos vecinos conversan. El diálogo es privado, pero a la distancia, por sus gestos, no es difícil deducir que están hablando de la incómoda situación. Se los ve desconcertados e impotentes, sin saber qué hacer o a quién recurrir. Mientras, la alarma sigue sonando impiadosamente.
Domingo 18 de mayo. La gente está votando en una mañana impregnada de una atmósfera festiva. Es que más allá de diferencias políticas y problemas cotidianos, el ejercicio democrático se puede practicar una vez más, y eso se valora. Un hecho puntual interrumpe la rutina: hay aplausos en el establecimiento escolar. Transcurren unos minutos…. Y suena un nuevo aplauso. La explicación tiene que ver con que un chico ha emitido su voto por primera vez. Como suele ocurrir en estos casos, los presentes lo agasajaron mediante esta cálida expresión. Enseguida lo mismo ocurrió con una chica. Ella tiene 17 años. La ley indica que al no haber cumplido los 18, todavía no tiene obligación de votar. De todas maneras concurrió a las urnas, seguramente, deseosa por cumplir con su derecho cívico. Tras el escrutinio, los números dirán que la participación del padrón fue escasa. En contraposición, dos jóvenes que podían haberse quedado en su casa, optaron por ser partícipes de los comicios capitalinos.
Elecciones en la Ciudad de Buenos Aires. La gente entra y sale del colegio. A pesar de que muchos no están familiarizados con el sistema electrónico, la votación no sufre demoras. Los cómputos finales dirán que sólo concurrió a las urnas apenas un 53 por ciento y monedas del padrón, lo que explica la agilidad del trámite. En una esquina del colegio, una persona permanece ajena al intenso movimiento del acto eleccionario. Es alguien que duerme en el suelo, al resguardo del techo de una construcción. Cubierto por mantas, se protege del frío que llegó a Buenos Aires después de un trágico temporal. La gente pasa por al lado de la persona en situación de calle. Horas más tarde, muchos porteños se interesan por los resultados del escrutinio. Otros, prosiguen su rutina, con el interés enfocado en qué comer y dónde dormir.