0 3 mins 17 horas

Pablo comenzó su relación afectiva con alegría pero también con dudas. Nunca había estado de novio. En la práctica, desconocía vivir en carne propia lo que implicaba esa condición de pareja. Sin embargo, unas semanas después, pudo decir: “Estoy de novio”. Si bien el desafío era importante y sus dudas no habían desaparecido mágicamente, se sentía muy bien con Romina, junto a quien descubrió un mundo nuevo. Era un mundo atravesado por experiencias compartidas, con llamados telefónicos frecuentes y salidas algo más esporádicas que las charlas por el teléfono de línea (en aquel entonces, la vía de comunicación más acostumbrada). En esos momentos en pareja, Pablo sentía que recuperaba el tiempo perdido, mientras iba conociendo a esa chica que –según concluyó- tenía un carácter con unos cuantos puntos en común al de él. Sí, definitivamente, a Pablo le gustó ingresar a esa nueva etapa de su vida.

Muchos años después, escribió: “UNA PESADA MOCHILA”.

Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. La Biblia. Mateo 11:28.

¿Nunca te levantaste con desgano, angustia o fastidio pensando en los problemas que tendrás que afrontar en el día? Ese conjunto de sensaciones conforma una pesada mochila que podría hacer agotadora nuestra jornada. ¿Qué tal si para alivianar tanta carga, recurrimos a aquel que, en sentido figurado, se ofrece a llevar la mochila por nosotros? Dios, en su bondad, quiere darnos descanso. Su hijo Yeshúa (Jesús), no sólo se sacrificó para que tengamos vida eterna al partir de este mundo. Él también sabe ayudarnos en cada paso que demos mientras estemos aquí en la tierra. Démosle a él la mochila. ¿Cómo? Al levantarnos –y cada vez que lo consideremos necesario en el día- contémosle en oración nuestros problemas al Señor. Además de escuchar y de trasladar el peso que nos agobia, él también se complace en ayudarnos con las soluciones.

Deja una respuesta