
Pablo y Romina superaron la prueba y siguieron adelante. La primera salida había sido un éxito, según Pablo concluyó. Aquella tarde-noche, luego de acompañarla hasta la puerta de la casa de una amiga, en Avenida La Plata y Rivadavia se tomó el colectivo para regresar a su hogar. En el trayecto por las calles de una Buenos Aires primaveral, repasó mentalmente lo acontecido durante la jornada tan especial. Por fin lograba relajarse y disfrutar… Tanto nervio, tensión e incertidumbre acumulados durante los días previos, le cedieron el paso a una sensación placentera, marcada por la satisfacción del deber cumplido y por la convicción de que las cosas habían salido bien. Arrancaron con dificultad, de manera errática, cuando Pablo, torpemente, confundió a su cita con otra chica. El error, sin embargo, no consiguió arruinar nada. ¿Alguna vez podrían recordar la anécdota y reírse juntos de ella? El tiempo, tal vez, lo determinaría. Aunque para que esto ocurriese, primero Pablo debería comentarle a Romina acerca del confuso episodio, ya que ella lo ignoraba. Desde luego, todavía no tenía la confianza como para hacerlo.
El colectivo de la línea 65 continuó su ruta habitual. Para muchos pasajeros, probablemente, este era un día común y corriente. Varios, a lo mejor, estarían regresando de sus respectivos trabajos, inmersos en la rutina. En cambio, había al menos un pasajero que a esa altura del viaje por el territorio porteño se encontraba atravesado por fuertes emociones.
El Parque Centenario quedó atrás. También el barrio de Villa Crespo… El 65 seguía adelante. También Pablo lo hacía, a pesar de los golpes, de las frustraciones. Pero definitivamente no era este el momento de pensar en amargos momentos del pasado. ¡Era hora de disfrutar! No, para Pablo este no era un día más. ¿Había alguna duda?
Muchos años después, escribió: “El error de pensar así”.
Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian. Salmo 34:8.
“Dios me defraudó. Le pedí algo muy importante para mí y no tuve respuesta. No creo más en él”. Hace muchos años, tuve un pensamiento como este y me alejé de Dios. Quizás, no sean pocos los que experimentaron una vivencia similar, pero el tiempo y la vida me demostraron lo equivocado que estaba. El error es determinar que por su condición de todopoderoso, el Señor solucionará tu problema ni bien se lo pidas. Un buen padre no concede al instante los deseos de su hijo, sólo los que considera convenientes y en su debido momento. En esa dirección también actúa nuestro Creador, que quiere tener con nosotros una relación de amistad, de compañerismo. Vayamos tras ese objetivo, en lugar de apartarnos de él si no se cumplieron las cosas que le pedimos.