
Luego de conocer a alguien en el boliche era frecuente que el próximo paso consistiera en seguir viendo a la persona en otros ámbitos. Pero no era tan sencillo llegar a esta instancia. La primera condición, era que hubiera interés mutuo, porque, también era bastante común que a pesar de que las perspectivas indicaran una cosa la primera vez, después uno de los integrantes de la incipiente pareja (o ambos) no tuviera ganas de continuar la relación, lo que perfectamente podía suceder, y por muchos motivos.
En el caso de Pablo, el interés estaba. El hecho de que la chica del boliche le hubiera dado su número de teléfono, aunque no siempre esto se cumplía a rajatabla, significaba que también de parte de ella.
Una vez que el concepto disposición-mutua estaba más o menos resuelto, era necesario concretar una salida. En esta instancia, siempre con el foco puesto en Pablo, surgían algunos escenarios complejos. La timidez, seguramente, era el más visible. Es que una cosa era acercarse a una chica en un contexto especial como el de la discoteca, donde el alcohol –por ejemplo- disimulaba sus limitaciones para entablar una charla, y otra muy diferente era lo que Pablo estaba por intentar: continuar la relación en el ámbito cotidiano.
Frente a esta difícil situación, el llamado al teléfono fijo era la única alternativa. Una vez tomada la decisión de marcar el número, era muy factible que del otro lado de la línea no atendiera la interesada. Por lo tanto, había que estar preparado para que contestara algún miembro de la familia, y entonces, preguntar por ella. Podía ocurrir, además, que ella no estuviera en la casa. Si esto pasaba, lo más usual era pedir por favor que le avisaran a su regreso. Todo esto le provocaba a Pablo un estado de nerviosismo que, no obstante, lograba bajar a un segundo plano, subordinándolo al entusiasmo que tenía por haber conocido a esa chica. Con toda esta mezcla de emociones en la mente, se preparó para discar el número telefónico.
Muchos años después, escribió: “LLENAR EL VACÍO”.
¿Nunca escuchaste hablar de gente que pese a tener todo, no es feliz? No les falta afecto, trabajo ni dinero. Pero no se sienten completos. Recurren a la gran oferta de entretenimiento en forma constante. Pero algo les sigue faltando. Hay gente, en cambio, que pareciera tener mucho menos de lo que a otros les sobra. Aún así, más allá de los problemas, sí es feliz. Estas personas dicen haber confiado su vida a Dios y si sienten de este modo no es por casualidad, sino porque fuimos creados con una necesidad profunda de tener a Dios en nuestro corazón. Cuando lo excluimos se produce un vacío interior que las posesiones materiales, el amor humano y la diversión no llenan. Esta insatisfacción existencial suele permanecer oculta, pero hay grandes chances de que tarde o temprano, se manifieste con fuerza, causando mucho sufrimiento. Entretanto Dios siempre espera que lo incluyamos nuestra vida y que reconozcamos que es su presencia lo que nos falta para obtener la felicidad que tanto perseguimos por lugares equivocados.
Un sustento bíblico:
(Dijo Yeshúa –Jesús-): Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás. 3. Juan 4:13-14.