
Para saldar esa deuda que creía tener, Pablo apeló a un viejo recurso: el boliche. La discoteca, genéricamente hablando, era un sitio que conocía muy bien. La había pisado pocas veces mientras duró su noviazgo, pero la había conocido en la adolescencia y no le provocaba ningún desagrado lo que allí dentro ocurría. En su nueva “soltería”, por lo tanto, vio con buenos ojos el hecho de adentrarse nuevamente en el mundillo nocturno que la erigía como uno de sus más altos estandartes.
Pablo no había vencido su timidez ni mucho menos. Estaba claro que esto lo hacía correr en desventaja a la hora de recuperar lo que –según su criterio- era terreno perdido con las mujeres. ¿Cómo haría, entonces, para salir con chicas? Sus posibilidades se achicaban muchísimo en estas condiciones. Sin embargo, en el boliche todo era distinto. Dentro de este polémico ámbito, caracterizado por el estruendo y la penumbra, las cosas no eran como en el exterior. Durante esas madrugadas de música a todo volumen, se generaba un microclima en el cual había vía libre para hacer ciertas cosas que afuera Pablo jamás hubiera hecho. ¿Por ejemplo? Conversar con mujeres, envalentonado por la ingesta de bebidas alcohólicas. Y que esa conversación fuera la antesala para tratar de pasar a un nivel superior –un beso en la boca-, en sólo unos breves minutos. ¿Cómo algo así podría suceder a plena luz del día, en la facultad, en el trabajo? Pero en el boliche esto sí valía. Es más, en un boliche, aquel muchacho que no consumía alcohol ni encaraba chicas, era el que estaba visto como “anormal”. De modo que todos los obstáculos que Pablo tenía en su vida cotidiana, podían desaparecer adentro de una discoteca en unos momentos: los que demoraba en hacer efecto en su cerebro la bebida que quisiera tomar. Y lo mejor de todo, era que al hacerlo –pensaba- no estaba transgrediendo ninguna regla. Muy por el contrario, esa actitud de emborracharse e ir a buscar mujeres, lo ponía en igualdad de condiciones con una mayoría que se comportaba de idéntica manera, y para Pablo, ya sin las incómodas barreras que le imponía una timidez que iba diluyéndose a medida que el contenido etílico lograba su propósito. Sí, en el boliche todo era diferente. ¿Cómo no ir hacia los destellos de sus luces centelleantes y aprovechar sus tentadoras propuestas?
Muchos años después, escribió: “En busca del amor”
Si la búsqueda del amor es cancelada por otros objetivos, podríamos caer en serias dificultades. De hecho, es lo que está sucediendo hoy en día: son muchos los que dejan de lado algo tan importante como la búsqueda de una pareja duradera, para ir detrás del placer fugaz y sin compromiso, dónde no existe el afecto por la eventual pareja sino el uso de ella como un simple pasatiempo. Una relación informal, que apenas dure unos días –o incluso horas- suena atractiva pero llevar una vida así no es gratis, sino que en corto o largo plazo, puede ser el anticipo de una gran sensación de vacío y angustia. Fuimos creados para formar una familia -verdadera fuente de contención y felicidad-, no para usar a otras personas como una mercancía que plazca nuestro apetito de diversión. Cualquier desviación a este principio implica un rechazo a las sabias instrucciones que nuestro Creador nos entrega y las tristes consecuencias de desechar la bendición que también desea darnos.
Un sustento bíblico:
Pero, en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo. 1 Corintios 7:2.