Un periodista de BACN pasó unos días en la Costa Atlántica y en relación a su utilización de los medios de transporte, cosechó experiencias que tras su regreso, decidió compartir. “Cuando salgo de CABA, tiendo a comparar lo que sucede aquí, con lo que ocurre del otro lado de la General Paz”, manifestó, a modo de introducción. Después, narró estas vivencias:
“Si voy al Interior, acostumbro a viajar en micro desde Retiro, y para eso, trato de hacer el recorrido en tren. Una vez que desciendo del ferrocarril, camino hasta la terminal de ómnibus. Son varias cuadras, con la presencia de numerosos puestos de comida, vestimenta, etc. Pero en esta ocasión vino conmigo mi padre, que tiene más de 80 años y le cuesta caminar. Hubiese sido muy difícil hacer ese trayecto de a pie. Por eso, cargamos las valijas en el baúl de un taxi, que nos dejó directamente en la terminal, a un costo de aproximadamente 1800 pesos. ¿El viaje? Sin problemas, tanto en el taxi como en micro.
Bajamos en San Clemente. Nuestro destino estaba en el norte de la localidad costera. En cambio, la terminal de micros se ubica en el sudoeste. En conclusión, sería necesario otro viaje en taxi. Apenas salimos del edificio nos encontramos con una fila de autos de color rojo. Eran pocos pero enseguida pudimos tomar uno. Nos tocó un conductor amable y de pocas palabras. En el asiento había un cartelito que decía que el uso del baúl costaba 200 pesos extra. Mientras hacíamos el recorrido, me preparé para afrontar también esa suma. Atravesamos aproximadamente 40 cuadras y llegamos. El reloj indicaba unos 1700 pesos. Para mi sorpresa, el taxista dijo que no nos cobraría el baúl.
En una ocasión quisimos ir a cenar a una pizzería del centro. No pudimos concretarlo ya que no hubo manera de trasladarnos. Teníamos el número de un taxista pero su teléfono estaba apagado. Cuando pudimos conseguir el contacto de una remisería, la telefonista indicó que había al menos una hora de demora, por lo que –como ya era tarde- decidimos postergar la salida para el día siguiente. La demora tenía una explicación concreta: justo era domingo a la noche y encima, día de recambio turístico. Ah, “telefonista”, en realidad, parece una palabra anticuada, porque la comunicación con la remisería fue a través de audios de whatsapp.
Llegó la hora de volver a Baires. De nuevo había que convocar a la remisería para ir hasta la terminal de San Clemente. El chofer que nos llevó se mostró predispuesto al diálogo y relató la problemática que les toca atravesar. Palabras más, palabras menos, comentó esto: “En la remisería somos 10 aproximadamente. Durante la temporada hay bastante trabajo. De todos modos esto no le conviene a cualquiera. Acá casi no hay calles asfaltadas, el auto se te rompe y los repuestos son muy caros. Antes de la pandemia había unos 15 autos, pero varios dueños se dedicaron a otra cosa y hoy somos menos. Uber estuvo hace un par de años, pero no sé qué pasó y se fueron…”
En Puente Saavedra bajamos del micro y nos tomamos otro taxi. La Gran Ciudad nos recibió con su ola de calor y sus problemas tradicionales. Sin embargo, qué lindo es volver a casa…