La columna de la Lic. Linares
Mucho escuchamos durante este período de cuarentena extendida hablar incluyendo la palabra RESILIENCIA. Desde los presidentes cuando se dirigen a los ciudadanos, hasta los profesionales del campo de la salud mental al analizar las consecuencias de las condiciones a las que nos enfrentamos. Inclusive en economía se habla sobre resiliencia, al mencionar las circunstancias actuales y los pautas a seguir para salir adelante ante la crisis.
Este término se está empleando alrededor del mundo con mayor frecuencia. Se trata de un concepto originariamente utilizado en el ámbito de la física referido a la capacidad de un material para recobrar su forma original o su resistencia a un golpe o choque. Posteriormente, el concepto fue adaptado a las ciencias sociales para hacer alusión a la resistencia al sufrimiento y a la capacidad de, además, salir fortalecido de dichas experiencias adversas.
No es casualidad que otro acontecimiento traumático como fue la Segunda Guerra Mundial haya despertado el interés de los investigadores sobre esta capacidad humana. Sobre todo los niños sobrevivientes a esta guerra fueron los que despertaron mayor inquietud, ya que a pesar de haber vivido situaciones muy duras en su infancia, durante su adultez pudieron desarrollarse y tener una vida satisfactoria.
Existen algunos factores personales que favorecen la resiliencia, como ser una buena autoestima (consideración que se tiene de uno mismo), la orientación y motivación al logro (capacidad de encaminar las acciones para conseguir lo que nos proponemos), la conciencia de la auto-capacidad para la superación, la autonomía (facultad de actuar con independencia) y la empatía (participar afectivamente de una realidad ajena). A nivel socio-cultural también será de ayuda contar con una buena red de apoyo, una figura o tutor de resiliencia y un entorno familiar contenedor y afectivo. Estos elementos no siempre se dan en su totalidad pero la resiliencia puede desarrollase de todas formas.
En estos momentos, ser resilientes, entre otras cosas, implica no quedarnos paralizados ante todo lo negativo que nos está trayendo esta crisis. El número de muertos va en aumento, las noticias bombardean una y otra vez con los datos de la actualidad, la situación económica no mejora y demás cuestiones.
En estos momentos, es importante fortalecer nuestra mente, nuestros vínculos, porque esto nos ayudará a regular nuestras emociones, a manejar nuestros pensamientos y a elegir lo positivo en lugar de lo negativo. Nos ayudará a no quedarnos en «la queja».
Este discurso interno o externo que si bien nos permite aliviar el malestar, el dolor o el sufrimiento (queja justificada), muchas veces puede transformarse en una queja disfuncional, que nos carga de pensamientos negativos, nos alejan de las soluciones y producen malestar y estrés, tanto a nosotros como a nuestro entorno. De esta forma no damos lugar a un cambio.
A pesar de que el coronavirus nos impide el contacto social, seguramente seguiremos encontrando cómo sustituir los abrazos, los saludos y las formas de darnos ánimo.
Romina Linares
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