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Quiero cantarle a la vida versos que nacen desde lo más íntimo de mí ser, cantar es un don ya que las blancas, las negras y las corcheas forman un pentagrama que ejecuta la orquesta al compás de la música, como un coro de ángeles que se eleva al cielo.

Deseo recordar a mi adorada tía Malvina, primera esposa de mi tío Adolfo, el hermano menor de mi mamá. A veces la veo en mis sueños, hermosa, con su blanca palidez… Y siempre permanece en mi memoria el amor que les entregaba a sus tres hijos, mis primos, y la devoción en la forma en que colaboraba con su marido en todo. Dios se la llevó con sólo 33 años, casualmente o no, la edad del Mesías, pero su bondad e inteligencia marcaron su vida.

Dulce agonía del atardecer, como pájaros que se elevan en raudo vuelo, soledad que mitigo con el llanto acongojado que sacude mi cuerpo dolorido y quebrado.

Querida tía Marta, fuiste la segunda esposa de mi tío Adolfo. Entregaste todo tu amor hacia él y sus tres hijos, a los trataste como si hubieran sido tuyos. De esa unión nació una niña llamada Ruti, que fue la luz de tus ojos y que tristemente para sus seres queridos, también nos dejó a muy corta edad… Es mi deseo que junto a Dios esté, acompañando a los ángeles.

Vivo plena de dicha y felicidad, por el hecho de gozar la vida intensamente, por poder oír tu voz día tras día, por rogar a Dios que no te lleve de mi lado, por tener tantos amigos que me ayudan diariamente.

Ocaso, caes al morir la tarde, rojo se ve el sol en el horizonte, la arena húmeda junto al mar que la besa en un dulce juego amoroso y se retira en vaivén, en perpetuo movimiento, y también sobre ella, se lucen los castillos construidos por los niños en sus dulces juegos.

Qué bello es creer en ti, tenerte a mi lado día a día, palpita mi corazón aceleradamente al llegar la noche esperando encontrarte y así das vida a mi ser, das forma a mis ideas, das plenitud a mi diario convivir a pesar de todos mis desvelos.

Raquel Seltzer

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