Pablo había tomado una decisión: no podía dejar de hablar con su papá antes de que finalizaran las vacaciones de invierno. El primer cuatrimestre del año había sido muy duro. El bullying que sufrió en el colegio lo llevó contra las cuerdas: introvertido de carácter, en familia, era más lo que callaba que lo que contaba. Y más todavía, cuando algo le provocaba vergüenza, como el hecho de que lo tomaran de punto. Sin embargo, las cosas habían alcanzado un grado de dificultad que precisaba dejar de esconder el malestar que tanto lo angustiaba. Por eso, tomó coraje y resolvió tener una charla con su padre durante el receso invernal. “Tomar coraje” es una manera de decir, porque ya en vacaciones, los días iban pasando y Pablo no se atrevía a hablar, postergando su confesión hasta que en cierto momento, estuvo latente la posibilidad de que tuviera que volver al colegio sin haber dicho una palabra de su problema. Pero a falta de sólo dos días para el reinicio de las clases, finalmente se animó. Una mañana, recién despierto, con rostro afligido miró a su papá, que de inmediato, comprendió que algo le pasaba. Pablo no negó que estaba mal, aunque así y todo, le costó emitir la primera frase. Tras algunos segundos de tensión y ante la insistencia de un padre que, preocupado, quería saber qué estaba ocurriendo, susurró: “Yo… no tengo personalidad”.
Muchos años después, escribió: “Un sistema peligroso”.
En estos tiempos difíciles, hay niños que hasta cierta edad tienen una conducta ejemplar. Aplicados en la escuela y respetuosos en casa, sin embargo, pocos años después, la alegría y el orgullo que sus familias sienten a causa de ellos, se convierte en preocupación, dolor y tristeza. Una mezcla de elementos se combinan para acelerar esta transformación: influencias del entorno, desatención de los padres, tentaciones que ofrece el mundo… Suele ocurrir que los chicos pasan mucho tiempo en la escuela, que los padres están muy poco en casa… Pasa que hay un sistema que espera ansiosamente a que se den las condiciones para hacer a los adolescentes, víctimas del gran negocio de la noche, el alcohol y las drogas. Sucede también, que influidos por las malas compañías (esos “amigos” que nada tienen de amigos) muchos caen en la tentación que irradia este combo de destrucción y rápidamente sus vidas se vuelven una pesadilla.
No estamos exentos de ser la próxima víctima. Pero hay una palabra muy breve que es capaz de detener a tiempo la caída del precipicio. La palabra es NO. Si alguien se niega a entrar al mal camino, nadie puede meterlo por la fuerza. Eso sí, es necesario tener los ojos abiertos para reconocer si una ruta alegre y florida, no es en realidad el acceso a un sitio oscuro y de salida restringida.
Estemos atentos. No dejemos de hablar estos temas en casa ni de pedir consejos a nuestros seres queridos. Y por supuesto, consultemos siempre la sabia opinión de nuestro Creador, que se ofrece a ayudarnos en todo momento.
Un sustento bíblico:
(Dijo Yeshúa –Jesús-): Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil. Mateo 26:41.