
De a poco Pablo lo fue descubriendo. Todo eso que a nivel interno lo molestaba, iba conduciéndolo al autoconocimiento. Después de un tiempo, sin transformarse en un experto, comprendió bastante bien qué era lo que pasaba por su mente. Gradualmente, sus preguntas comenzaron a tener respuestas. ¿Por qué tenía tantos temores? A las enfermedades, a los viajes, a las alturas… Estos temas dieron vueltas por su cabeza durante años. Un día, después de arduas disquisiciones consigo mismo, llegó a la conclusión de que el miedo al sufrimiento era la clave. Contraer una enfermedad, tener un accidente en una ruta o en un avión, tropezar y caerse de un balcón… El paso posterior a estas traumáticas situaciones, cuando no directamente la muerte, implicaba un gran sufrimiento. Sin embargo, eso no era todo. Había, al menos, un paso más, una ecuación más que Pablo necesitaba resolver. ¿Por qué, por ejemplo, también le tenía miedo a quedarse dormido? Si esto, nada tenía que ver con un posible sufrimiento.
Entonces, descubrió que al margen del sufrimiento, lo que lo perturbaba, era la posibilidad de una pérdida. De perder algo –material o afectivo- que él creía tener asegurado. La pérdida de la salud, la pérdida de un trabajo, la pérdida de un ser querido… Ante la mínima posibilidad de que algo de esto se presentara, Pablo se veía dominado por la ansiedad. Inclusive, su comodidad y su tranquilidad también las consideraba como valores muy importantes. Por eso, se aferraba a ellas fervientemente. Una consecuencia directa de esto, era su escasa predisposición a los cambios. Porque todo cambio, como es sabido, puede venir acompañado de una pérdida. Y si bien también estaría latente la potencial ganancia, Pablo sólo ponía en foco las eventuales pérdidas. Por ende, tampoco era proclive a correr riegos.
¿Y qué tendrá que ver el miedo a dormir? ¿Dónde estaba la pérdida, en este caso? Pablo suponía que durante la vigilia, estando despierto, también mantenía el control de lo que ocurría. El sólo hecho de pensar, y de saber qué su mente estaba activa, lo hacía sentir seguro. Pero claro, durante el sueño, su pensamiento, por lo menos de modo consciente, se ausentaba: ¿Cómo puede ser que mientras duerma, mi pensamiento “desaparezca”?, solía preguntarse Pablo. Y esta idea, lo llenaba de impotencia.
Años después, escribió: “Ansiedad y descanso”.
¿Qué es la ansiedad? Es un estado al que se lo podría definir, como “no saber esperar, estar demasiado pendientes de cosas que no ocurrieron y que no sabemos si ocurrirán. Estar preocupados por situaciones que incluso probablemente nunca sucedan”. Y cuando esa preocupación es tan grande que no nos deja vivir tranquilos, podríamos estar entrando en un trastorno de ansiedad muy delicado.
Dios nos advierte que en situaciones cómo estás también está a nuestro lado. El Señor nos conoce y sabe que nuestra mente tiende a adelantarse para querer resolver problemas que tal vez ni siquiera existan. Frente a estos momentos traumáticos, un gran recurso es tener en cuenta que Dios nos ofrece un descanso que no hallaremos en ninguna otra parte. Si dirigimos nuestras oraciones a Él, haciéndolo partícipes de los temores, Él no sólo nos escuchará, además, si Su perfecta voluntad así lo considera, nos ayudará a reparar las dificultades que se nos presenten.
Cuando estuvo en la tierra, Yeshúa (Jesús) atravesó por muchas de estas luchas que nos toca vivir. Como el intermediario que es entre Dios Padre y Sus hijos, también usará Su poder a nuestro favor, para ayudarnos a encontrar las soluciones y darnos el descanso que necesitamos. Por eso, en lugar de internarnos en laberintos mentales de dudosa salida, cedámosle a Yeshúa el control, que incluye esa pesada carga que nos agobia, y que Él se ofrece a llevar por nosotros.
Confiemos en el amor que nos tiene y en Su ilimitado poder para despejar un camino que creemos lleno de obstáculos. Así, quizás lograremos que también se vaya deshaciendo esa ansiedad de la que tanto nos cuesta desprendernos.
Un sustento bíblico:
Echen sobre Él toda su ansiedad porque Él tiene cuidado de ustedes. 1 Pedro 5:7.