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A Pablo, la autocrítica no le resultaba un problema. Por el contrario, había ocasiones, en que lo incomodaba hacer una mirada introspectiva, porque solía hallar más motivos para reprocharse, que los que él mismo hubiera deseado; hablando en criollo, “se daba con un caño” con mayor frecuencia de lo que él consideraba normal. A la par de este cuadro de situación, su autoestima, era un aspecto de su carácter, que Pablo sentía la necesidad de mejorar. Así lo creía durante el período en el cual concurría a los sesiones con su último terapeuta, y continuaba pensando en esa dirección, ahora que ya no visitaba el consultorio de Cristian. Al margen de su decisión de dejar de lado las consultas con el profesional, lo que Pablo mantenía en vigencia, era su inquietud por escribir. Ese interés lo puso en práctica nuevamente, utilizando un título que mucho se relacionaba a esta introducción: “Darnos cuenta del valor de una autocrítica”.

Cuando en una familia, el padre les da a sus niños una serie de normas para que éstos cumplan para su beneficio, si éstos se empeñan en no obedecer, lo más probable es que se metan en problemas. El padre, por el amor que les tiene y por su mayor experiencia, hará lo posible para que los hijos tengan una buena formación, aún si debe darles indicaciones que resulten poco agradables. Pero por lo general, ¿qué duda cabe de que todo es en base al amor más grande, y a favor, jamás en contra de su hijo?

Mientras el planeta se debate en medio de sus grandes dificultades, muchos se preguntarán: ¿Dónde está Dios? Así como en una familia, el Creador le entregó a sus criaturas una guía de conducta, que nuestra especie, generalmente, se encarga de ignorar desde hace miles de años. Este manual de instrucciones, -las Escrituras-, contiene diez mandamientos y 613 preceptos. Detengamos la mirada sólo en los Diez Mandamientos. ¿Las personas los ponen en práctica? Por lo general, no. Aunque si tan solo lo intentaran, otra sería la historia.

El mundo de hoy es un caos. Abrumado por guerras, violencia, desastres ecológicos, egoísmo, también sufre por una pandemia que continúa a más de un año de haber comenzado. El hombre, quizás siga pensando que por sus propias fuerzas y alejado de Dios, pueda solucionar las graves dificultades a las que él mismo llevó a su hogar, la Tierra. Pero en lugar de reconocer la responsabilidad del ser humano, a lo mejor haya gente que siga preguntándose “¿dónde está Dios?”

Hace más de dos mil años, Yeshúa (Jesús) resumió la totalidad de las leyes en estas dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando esto no se cumple, como cuando un niño no hace caso a una orden de su papá, tampoco debe resultar extraño que haya serios problemas. Así y todo, aquél que reconozca sus faltas y de corazón se arrepienta de ellas, gracias a un infinito amor y misericordia, siempre será felizmente recibido por el Padre. Y habrá fiesta en los Cielos.

Un sustento bíblico:

Que nadie busque sus propios intereses, sino los del prójimo. 1 Corintios 10:24.

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