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Superada la desilusión que le produjo el plantón de su amigo –le dijo que irían a nadar pero se quedó durmiendo sin haberle avisado-, Pablo se tomó en serio lo de llenarse de actividades para pensar lo menos posible en su ex novia. Cierto día feriado, por el 12 de octubre, no había mucho para hacer. Esa tarde primaveral podía haber sido “ideal” para deprimirse, pero justamente eso era lo que él intentaba evitar. Por lo tanto, armó un plan con la meta de hacer algo distinto, que lo sacara de la rutina. En aquel tiempo, Pablo solía colaborar en una audición deportiva vespertina que se emitía por una radio de frecuencia modulada. La emisora, quedaba bastante lejos de su casa y sus intervenciones, siempre las había hecho en forma telefónica. Sin embargo, aquella tarde resolvió ir personalmente al estudio radial. No había ninguna necesidad de ello. Nadie se lo exigía. Podía haberse quedado tranquilamente haciendo otras cosas, y en el momento de su participación, que era breve, salir al aire al través del celular. En cambio, optó por tomarse un par de colectivos  y dirigirse personalmente al sitio ubicado en el oeste del conurbano bonaerense, desde donde se realizaba la emisión deportiva. Todo esto, para que su mente no se posara sobre dolorosos recuerdos basados en ese noviazgo que había durado casi tres años. ¿Lo logró? Por supuesto que no. No obstante, por lo menos se distrajo por unas horas. Vio otros paisajes urbanos, otros rostros. Charló cara a cara con gente a la que sólo le conocía la voz. Y, principalmente, dio una pequeña muestra de fuerza para pelearle a la adversidad, al mal momento, con la esperanza de poder, poco a poco, dejar atrás la sensación de frustración y el bajón anímico en el que se hallaba sumergido.

Muchos años después, escribió: “La búsqueda de justicia”.

Hay personas que con satisfacción admiten su condición de creyentes y afirman: “Dios es amor”. Pero, ¿de dónde proviene la famosa y tan conocida expresión “Dios es amor”? Ni más ni menos que de la Biblia. A lo largo de toda su extensión, este maravilloso concepto es puesto de manifiesto generosamente, unido a más motivos que deberían llenarnos de felicidad: el Señor nos creó, ama a Sus hijos y desea bendecirnos.

Sin embargo, las Escrituras también revelan una parte tan importante como la primera: Dios es amor… y es Justicia. En función de esto último, ha dictado normas que son para cumplir. Y como Su Justicia es perfecta, por más amor que tenga, no nos recibirá en el Cielo si nos desentendemos de las instrucciones que dictó para nuestro beneficio.

Dios es amor. Claro que es verdad. Pero hay gente que entiende que esto los habilita para transgredir Sus leyes sin remordimientos. Muchos ignoran, también, la otra cara de la verdad, y ni siquiera sospechan que con ciertas actividades, cometen pecados que son graves ofensas hacia ese mismo Dios de amor.

El hombre, está comprobado, no ha podido cumplir con el alto nivel de Justicia que el Eterno ha establecido. De todos modos, sabiéndolo, Él nos proporcionó la salida para solucionar lo que sería nuestra condenación irremediable. Su Hijo, Yeshúa (Jesús), pagó el precio de nuestro rescate. Con Su sacrificio, el único que no tuvo pecado, nos hizo justos a los que jamás podríamos serlo por nuestras propias fuerzas. Y gracias a esto, el Cielo, ahora es posible para todo aquel que no haga oídos sordos a este trascendental suceso de la historia de la humanidad.

Un sustento bíblico: 

Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios. 2 Corintios 5:21.

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