Apenas separado de la chica con la que había salido casi tres años, Pablo no la pasó nada bien. Sabía que debía hacerse a un lado de aquella relación de pareja que le estaba haciendo daño. Y con inmenso dolor, hizo “la de manual”, o sea, lo que la lógica indicaba (si es que las cuestiones del amor tienen lógica).
No obstante, una cosa trajo la otra: al sumergirse en la etapa del duelo, recobró algo de tranquilidad, después del vértigo y la turbulencia que habían caracterizado las semanas anteriores a la ruptura. Claro que además, debió lidiar con otros factores menos amigables, de esos que le hacían su día a día tremendamente difícil. El hecho de extrañar horrores a su ex (¿a ella o a la vida en pareja?) era uno de esos factores. Otro factor importante, era el sentimiento de impotencia que lo sobrevolaba a la hora de compartir tiempo con su propia soledad, mientras su ansiedad también se agigantaba para seguir deteriorando una autoestima que rápidamente salía a la luz, tras haber permanecido oculta entre las sombras. Todo parecía confabularse en su contra: el noviazgo le había traído a Pablo la falsa sensación de que su situación en tal sentido había mejorado. Pero ni bien regresó a la “soltería”, la falta de confianza en sí mismo salió de su escondite para hacer estragos en el atormentado ex novio, que, desesperado, decidió recurrir a la ayuda terapeútica.
Muchos años después, escribió: “Lo que (no) decidimos”
A veces los seres humanos tenemos tanta soberbia que creemos que podemos decidir ciertos asuntos. Pero este es el Universo creado por Dios y como diseñador que es, es Él quien ideó las leyes y armoniosamente, reglamentó lo que ocurre en Su creación. Determinó, además, que quien no cumpla estas reglas no podrá habitar una morada celestial cuando le llegue la muerte física, así como en nuestra sociedad, alguien que cometió un delito debería estar en la cárcel y no del lado de los cumplidores.
Sin embargo, hay hombres que entienden que por haberse “portado bien”, por ser “buenas personas” y haber hecho “cosas buenas”ya merecen que su alma vaya al cielo. La mala noticia para quienes piensan esto, es que Dios es el que ya ha puesto las reglas. Y Su perspectiva no es la misma que la que, con soberbia, tenemos aquí en la tierra. De acuerdo a esta perfecta Justicia que emana de lo divino, de una u otra manera, todos incumplimos Sus normas. Todos hemos pecado y por la tanto, estamos imposibilitados de que nuestra alma eluda la condenación eterna.
La buena noticia, es que el Señor ama al hombre y para remediar su desobediencia, nos envío un Salvador, Su hijo Yeshúa (Jesús), el Mesías, para qué con una muerte voluntaria, pagara el castigo del que somos merecedores. Con inmenso amor, el Señor nos ofrece esta hermosa posibilidad. Después, queda en cada uno aceptarla o rechazarla. De esto depende el futuro de nuestras almas. Y es algo que sí podemos decidir nosotros.
Un sustento bíblico:
Solo en Dios halla descanso mi alma; de Él viene mi salvación. Salmo 62:1.