Hace unos veinte años la Ciudad comenzó a sustituir la arena de las plazas y parques por otro tipo de superficie. Y hoy, de aquellas escenografías donde predominaba el color amarillo, ya casi no quedan vestigios. Si bien hay excepciones, estos espacios recreativos ya no cuentan con el elemento que tanto los distinguía. A fines 2021, la Ciudad de Buenos Aires efectuó la renovación de nueve patios de juegos en diversas zonas. Todos, sin arena. Se introdujeron en estos lugares novedosos juegos infantiles apoyados sobre una superficie de caucho. En el portal del Gobierno de la Ciudad, se especificó que este piso está compuesto por dos materiales: “EPDM (caucho de etileno propileno dieno) y SBR (caucho estireno-butadieno). El primero se usa para las terminaciones en color de los distintos diseños de los suelos. El segundo se usa para la base, permite la amortiguación de golpes y es reciclado”.
La explicación esgrimida para tales modificaciones, también de acuerdo a lo puntualizado desde buenosaires.gob.ar, tiene que ver con que “los solados continuos tienen una característica elemental: su espesor puede ajustarse según la necesidad y brindar mayor amortiguación en las áreas de seguridad de cada juego. También requieren menor mantenimiento y no se levantan como las baldosas”.
A propósito de la desaparición de la arena, desde el sitio oficial ofrecieron este fundamento: “…fue uno de los principales pedidos de los vecinos. Muchos veían a la arena como un foco de infecciones. Y es una de las modificaciones que se están realizando para que los juegos sean cada vez más inclusivos: los solados de caucho son aptos, por ejemplo, para circular con sillas de ruedas o muletas. La arena, no”.
La arena vista como “foco de infecciones”, se relaciona con la presencia de perros y gatos. Es frecuente que las mascotas ingresen a los sectores infantiles y al hacerlo, se vuelva muy difícil impedir que realicen sus necesidades allí, cosa que puede favorecer que microorganismos perjudiciales para la salud se entremezclen en la arena, trasladándose luego a los niños cuando se llevan las manos a la boca.
A pesar de estas circunstancias, según opiniones de vecinos recogidas ante estas medidas, hay quienes siguen prefiriendo la vieja modalidad, que, entre otros atractivos, posibilita llevar balde, rastrillo y palita para construir castillos, rutas y demás creaciones ligadas a la imaginación de pequeños y no tan pequeños. Para ellos, todavía quedan áreas que sobrevivieron a los cambios. Un ejemplo es la Plaza de los Colegiales, en Benjamín Matienzo entre Crámer y Conesa, que fue puesta en valor recientemente pero al remodelarla, se respetó su tradicional formato con piso de arena.
[alert style=»red»]Foto: la Plaza de los Colegiales, una excepción a la regla. [/alert]