La columna de la Lic. Linares
Durante este período de aislamiento la formación profesional de los adultos también tuvo que trasladarse a las aulas virtuales. El hecho de dictar las carreras y los posgrados no se soluciona simplemente con tener una plataforma digital a disposición. Se debe construir una estructura que utiliza multiplataformas digitales con las que se involucran en una lógica dinámica e interactiva. Esta requiere de diseño, implementación y un seguimiento continuo para el beneficio del desarrollo de las potencialidades de cada estudiante.
Los modelos que conviven en la formación a distancia en la actualidad son el Sincrónico (asistir a las clases en vivo) y el Asincrónico (se visualizan cuando los estudiantes lo requieren). Cada uno responde a las necesidades de quienes toman los cursos o posgrados. Sin embargo, desde lo educativo, no solo basta con generar que llegue el material teórico, sino que es necesario que se genere un feedback entre los alumnos y el profesor/tutor. De esta forma el profesor da cuenta de las necesidades de los estudiantes y puede modificar lo necesario en base a las mismas.
Puede darse, también, que se combinen los dos modelos educativos, como se llevan a cabo en algunas universidades de la Argentina.
Hoy, la gran mayoría de las instituciones educativas se adaptó a la virtualidad y pasarán el resto de los meses implementando esta modalidad, pero deberán pensar y construir un sistema propio para el futuro, ya que la educación virtual es un tipo de sistema educativo y no sólo un medio.
La formación a distancia requiere capacidades de autonomía y ciertas habilidades tecnológicas por parte del estudiante, como autogestión, compromiso, voluntad, organización, motivación, selección crítica de la información y capacidad de expresión. El alumno debe realizar varias actividades al mismo tiempo, como búsqueda de información, realización de actividad, participaciones en foro… Todo esto se transforma en una manera de aprender. El trabajo colaborativo, el desarrollo del pensamiento crítico, el intercambio de experiencias con pares, suele garantizarse a través de innumerables estrategias y didácticas en el aula virtual: retos, simuladores, aprendizaje basado en problema, proyectos transversales e interactivos.
Si el aprendizaje es social, la tecnología juega, en este escenario, un rol fundamental como territorio de encuentro para esa socialización, y sobre todo en la situación de aislamiento actual. Hay posibilidades de generar actividades grupales en las que interactúen los estudiantes y los docentes, y resulten de las mismas aprendizajes significativos. Esto ocurre cuando el estudiante logra asociar lo que sabe con la nueva información, modificándose y reestructurándose los conocimientos y experiencias. Las plataformas son sólo un soporte, lo que importa, es la calidad de la propuesta didáctica.
Por otro lado, se ponen en juego las habilidades para seguir aprendiendo cada vez de manera más autónoma y eficaz (aprender a aprender) de acuerdo a lo propios objetivos y necesidades. Es tomar conciencia de las propias capacidades (intelectuales, emocionales, físicas), del proceso y las estrategias necesarias para desarrollarlas. Y además se pone en juego el sentimiento de competencia personal (motivación, confianza en uno mismo y el gusto por aprender). Requiere conocer las propias potencialidades y carencias, apoyándonos en las primeras y teniendo motivación y voluntad para afrontar las carencias desde una perspectiva de éxito, para así sortear los nuevos retos que nos propone el aprendizaje.
Durante este período mucho hemos modificado como profesionales de la educación y, a la vez, como adultos, que continuamos capacitándonos. Esto es muy alentador y un buen pronóstico para los tiempos futuros en la educación.
Romina Linares
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