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Unos 20 años antes de que se tomara esta fotografía, la confitería La Ópera ya había abierto sus puertas. En Corrientes y su intersección con Callao, los porteños tenían desde 1928, un tradicional sitio de encuentro. Esta esquina gastronómica atravesó años y décadas, hasta nuestros días, en los cuales tantas personas siguen eligiéndola para desayunar, merendar, almorzar o cenar.

Pero, más allá de lo que significa la ponderable vigencia  de La Ópera, a lo que realmente apunta la nota es a destacar esta imagen de la década del 40. Una avenida Corrientes con gran actividad se puede adivinar a través del tono amarronado de la foto. La clásica cafetería está en diagonal, mientras muy cerca del lugar desde el cual apuntó la cámara, la boca del subte ofrece su cartel que anuncia que por allí se puede ingresar para dirigirse a «ambas direcciones», inscripción de fondo claro que también ha sobrevivido estoicamente al paso del tiempo.

Lo que no sobrevivió, es el modelo de colectivo que, como pidiendo permiso, aparece desde la izquierda, entrometiéndose en un cuadro donde una antigua camioneta gira por Callao, hecho que permite comprobar que Corrientes todavía era doble mano. Pese a la importancia del cruce, no se observan semáforos, al menos, de los que acostumbramos a ver hoy en día. Es que, estos robots de luces multicolores, todavía no estaban popularizados en la Buenos Aires de los años Cuarenta. En cambio, se divisa una garita circular interpuesta en medio de las avenidas, con un vigía parapetado en lo alto, como encargado de poner atención en el control del incipiente tránsito vehicular, y casi en primer plano, una oscura y espigada figura que quizás, sí podría ser un semáforo de las primeras épocas porteñas.

La marquesina que se impone en la imagen, es la de una marca, Cinzano, a la cual el transcurso de décadas (e incluso siglos, ya que fue creada en 1757), tampoco logró hacerla sucumbir.

Opera_Cafe

Una postal moderna de La Ópera. Foto principal: AGN. 

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