Un mateo en Plaza Lorea (Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña) en 1935…
Este medio de transporte era muy popular a principios del siglo XX, cuando la llegada de los tranvías no lo había desplazado. Los carros tirados por caballos circulaban por las calles porteñas con generosidad y su denominación original, era la de «placeros», porque cerca de las plazas importantes, se los solía divisar con mayor frecuencia.
Del cambio de denominación, fue artífice una obra de teatro dirigida en 1923 por Armando Discépolo, el hermano del famoso Discepolín. Don Miguel, uno de los personajes de la pieza teatral, inmigrante italiano él, tenía este oficio y conversaba amigablemente con el caballo que hacía mover a su carro. ¿Cómo se llamaba? Mateo. Desde entonces, el inconsciente colectivo, alteró los nombres y lo de placeros, quedó archivado.
Su decadencia se acentuó rápidamente con el auge de otros medios de transporte: tranvías, taxis y más adelante, colectivos, que a su vez desplazaron a los tranvías. Cuando ya eran cada vez menos, la prohibición para circular con tracción a sangre, les dio otro fuerte golpe. La sanción de esta reglamentación, tuvo lugar en 1960.
En forma progresiva, el mateo fue desapareciendo hasta quedar prácticamente como una atracción para niños o para turistas. Hoy, el interés por estos históricos carruajes se ha diluido tanto, que tratar de ver uno por las calles de Buenos Aires, puede convertirse en una tarea realmente muy dificultosa.
Foto: Museo de la Ciudad.