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Un vecino de la Ciudad de Buenos Aires que optó por no dar a conocer públicamente su nombre ni su lugar de residencia, eligió este medio para referirse a una problemática que en la Capital Federal no es un caso aislado: el robo de los porteros eléctricos. Así como le sucedió a la persona que dará su testimonio en el presente artículo, numerosos habitantes de Buenos Aires también han sido víctimas de estos amigos de lo ajeno cuya audacia parece no tener límites. En busca de acumular elementos de bronce que luego venden, no han tenido prejuicios en sustraer objetos de espacios púbicos ni privados. Pero ni las placas de los monumentos ni las manijas de las puertas son suficientes para ellos. La impunidad con la que se mueven, los condujo a robar también los aparatos que contienen los timbres de los edificios.

A continuación, la experiencia vivida por este vecino porteño:

“Esa semana de febrero me encontraba de vacaciones en la costa. De todos modos, siempre trato de estar atento a lo que sucede en casa. Los propietarios e inquilinos tenemos un grupo de Whatsapp, como creo que debe suceder en casi todos los edificios hoy en día… De repente alguien mando una foto donde en el lugar de los porteros, se veía un rectángulo vacío. De este espacio salía una larga tira de cables, que quedaban colgando. La pregunta inicial de quien mandó la foto se enfocaba en saber si lo estaban arreglando, porque nuestro edificio hace bastante que arrastra problemas de funcionamiento de los timbres y cada tanto viene un técnico para repararlos. Esta vez, lamentablemente, no era el caso. Hubo unos momentos de mucha expectativa hasta que quedó claro que nos habían robado. Una de las personas que tienen acceso a la cámara de seguridad que apunta a la puerta, se fijó y enseguida pudo confirmarlo. Rato más tarde envió la filmación al grupo. Ahí se ve como un muchacho flaquito, vestido con bermudas, remera y una gorrita, merodea por la zona. Enseguida, con un destornillador desajusta los tornillos que sostienen el rectángulo de bronce. Pero no la saca en el momento. Se va y vuelve ese mismo día, un poco más tarde. Al regresar, viene con una bolsa. En unos segundos actúa: quita el aparato, lo guarda y se va… Se darán cuenta de la impotencia y la indignación que a muchos invade al ver esas imágenes ¿no? Enseguida empezaron a aparecer vecinos que contaron episodios de robos parecidos. Un hombre mandó una foto de lo que pasó en un edificio que está a unas cuadras. Como también hicieron lo mismo, los consorcistas decidieron anular los porteros eléctricos y rellenaron con cemento el espacio que ocupaban. Nosotros todavía estamos viendo qué hacer. Primero hay que verificar si nos cubre o no el seguro. La administración está ahora con ese tema. Mientras tanto, ya hay gente que dijo que de colocar otro aparato para reemplazar al que se robaron, tendría que ser de acero, porque esos no se los llevan… Unos días después se me ocurrió buscar en Internet si había noticias que hablaran de esta problemática en el ámbito de la Capital Federal… ¡Estaba lleno! La historia se repite: a veces, uno no tiene noción de lo que pasa, hasta que le toca sufrirlo en carne propia”.

El vecino de CABA acompañó su testimonio con la foto que ilustra esta nota. En ella se observa las condiciones en las que quedó el sitio en el cual estaba emplazada la estructura que contenía el aparato de bronce.

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