
Fundado el 16 de enero de 1934, la institución de Saavedra festeja su 81º aniversario.
Es una de las clásicas entidades de su barrio. En sus instalaciones se practica patín artístico, artes marciales, yoga, boxeo, voley y, por supuesto, el baby fútbol (sus equipos infantiles estuvieron inscriptos últimamente en la Liga CAFI). También se da apoyo esccolar gratuito y hay actividades culturales.
Su cumpleaños coincide con un período de escasa actividad deportiva. Es por ello que en el club, durante este enero están aprovechando para realizar obras. Las principales refacciones pasan por la pista del gimnasio que da a la calle Holmberg, donde se está levantando el piso.
La otra entrada del club está del otro lado de la manzana: sobre la avenida Ricardo Balbín, está el acceso al buffet.
HISTORIAS MÍNIMAS… Y PORTEÑAS.
Cuando el cronista de BACN se dirigió a la sede con la intención de entrevistar a los protagonistas, un sábado por la tarde, lo encontró cerrado. Fue sencillo imaginar que eso podría ocurrir, considerando el receso veraniego. Sin embargo, a punto de retirarnos del lugar estábamos, y nos encontramos con una historia que si bien, poco tiene que ver con Estudiantes, sí está de alguna manera relacionada con el club.
Junto al portón de la calle Holmberg, un señor de avanzada edad, era el único habitante de toda la cuadra. Le preguntamos si sabía algo sobre una eventual apertura del club. Con cierta dificultad para expresarse, respondió negativamente, poniéndonos al tanto de las remodelaciones que se estaban efectuando. El vecino vivía en la propiedad lindera. La puerta entreabierta, permitía divisar un largo pasillo. Una de las tantas viviendas que hacía él confluían, era la casa del buen hombre, que tenía ganas de charlar.
Lamentablemente, no estaba bien de salud. Contó que hace quién sabe cuánto tiempo (semanas, meses o quizás años), tuvo un accidente: al caerse, se fracturó tres costillas. Eso desencadenó una serie de dificultades que todavía estaba sufriendo. El dolor -según comentó- lo acompañaba constantemente.
Además, relató parte de su vida. Que era de una localidad llamada Plá, en el partido de Alberti, provincia de Buenos Aires, y que allí tiene otras propiedades. Dio a entender que en Saavedra, también transcurrieron muchos años de su vida y que se encontraba en el barrio, para poder atenderse en el Hospital Pirovano, donde había sido operado. Pero que le encantaría regresar a su pueblo natal. «Allá en el cementerio de Alberti, están mis padres», deslizó.
Con una mueca de resignación, volvió a referirse a sus problemas crónicos de salud. Sin que nuestro periodista -un muchacho bastante impresionable-, se lo pidiera, quiso abrirse la camisa para mostrar cómo quedó tras la operación. Una vez que lo hizo, afirmó que tenía ciertos problemas de memoria, y relató un episodio infortunado padecido hace un tiempo (imposible saber si mucho o poco). «Estaba caminando por el barrio y me perdí. Preguntando, preguntando, un pibe muy amable me trajo hasta casa. Le quise pagar con cien pesos pero no los aceptó».
Pretendíamos conocer su nombre y su edad. Así supimos que se llamaba Luis y que había nacido en 1933. «Un año después que el club», le dijo el cronista. A Don Luis no pareció llamarle la atención la (no) coincidencia. Sobre el final de la charla, consiguió sorprender, cuando señaló que tenía… 12 hijos, y que varios viven en el barrio.
Un cuarto de hora después de haber entablado el primer contacto, tuvo lugar la despedida. Pese a que al vecino no le faltaban ganas de seguir hablando, era momento de retirarse, no sin antes darle la mano y desearle lo mejor. Y allí, en la vereda, lo dejamos al ya entrañable don Luis, que esperaba la llegada de uno de sus hijos y, acaso, que se abriera el portón rojo de Estudiantes para hallar algo de compañía. En pocos segundos nada más, volvería a convertirse en el único testigo de lo que acontecía en esa desértica cuadra de Saavedra un sábado de enero.