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Hasta la década pasada, es posible que a nadie se le ocurriera que los semáforos cambiarían de color. El amarillo y negro estaba firmemente aceptado no sólo en el ámbito porteño, sino en la totalidad del territorio nacional. Sin embargo, una medida de gobierno hizo que cambiaran en la Capital del país por gris grafito, y progresivamente, fuera sucediendo lo mismo en otras provincias.

Esta ley fue aprobada por la Legislatura en junio de 2013, según la modificación otorgada al Código de Tránsito y Transporte. La razón, estuvo vinculada al intento de reducir la contaminación visual y el contraste de colores, lo que daría por resultado un aumento de la seguridad vial.

Los semáforos no fueron los únicos destinatarios del lavado de cara. Además, otros elementos de señalización, como ser postes de carteles proveedores información de tránsito, corrieron la misma suerte.

A partir de la planificación hecha por la Subsecretaría de Transporte y Tránsito, 2014, fue el año en el cual los semáforos experimentaron su metamorfosis, incluyéndose en ella, el reemplazo de sus antiguas luces por otras de tecnología Led.

Cinco años después, más allá del recuerdo, ya nada queda de aquel clásico «amarillo y negro» que caracterizaba a tantas esquinas porteñas.

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Una imagen de los semáforos cuando estaban pintados de amarillo y negro.

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