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[alert style=»red»]En el buffet de un club se respira deporte y se percibe un clima de familia y amistad que difícilmente uno pueda hallar en otros bares y restoranes capitalinos. Desde esta sección, nos proponemos darle el lugar que se merecen. [/alert]

Entre los clubes de barrio, aquellos que tienen que ver con colectividades extranjeras conforman un género especial. Por ejemplo, el Centro Montañés nuclea a los inmigrantes españoles de la región de Cantabria. En el caso de su sector gastronómico, es mucho más que un buffet, pues la fama que adquirió en base a méritos bien ganados, lo ubican entre los restaurantes más reconocidos de Buenos Aires.

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Sus concesionarios son dos hermanos: Gustavo y Rodolfo Calandra. El primero, brindó su testimonio acerca de un trayectoria que ya alcanzó el cuarto de siglo de permanencia en la institución:
-Arrancamos en 1990. Lo que pasa es que en el 91 y el 92 nos alejamos para volver en el 93. Todo comenzó cuando el club hizo una reforma total del buffet y a mi hermano le ofrecieron hacerse cargo. Lo conversamos y terminamos tomando la concesión los dos juntos.
-¿Por qué hubo un paréntesis de dos años?
-Era un sacrificio muy grande, realmente agotador. Nos fuimos por eso. Pero volvimos en junio del 93. Nos fueron a buscar otra vez y aceptamos.
-¿Qué hicieron en medio de ambas etapas?
-Rodolfo continuó en el rubro gastronómico, aunque como empleado. Yo soy maestro de escuela y me dediqué a eso. Pero fue la peor época para la docencia. Los salarios eran malísimos. Trabajaba sábados, domingos, en verano, en invierno. Todo como para tener un sueldo más o menos bueno. Y era más tentador volver al Montañés, aún sabiendo que eran  tantas horas. Si querés que te vaya bien le tenés que dedicar mucho.
-¿Con qué experiencia contaban?
-Mi hermano la tiene desde hace más de 40 años. Trabajó en bares, cafés y casas de lunch en varios puntos de Buenos Aires. También estuvimos juntos en un club de tenis de Ciudadela, el San Marino. Lo inauguramos nosotros. Pero justo vino la hiperinflación del gobierno de Alfonsín  y se acabó todo. Poco después, apareció la propuesta del Montañés.

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-¿Le pusieron su impronta o se adaptaron?
-Más que nada, nos adaptamos. A sus costumbres, a su gente. Sin haber estado en Cantabria, yo conozco casi todos los pueblos por lo que me han contado. La vida del inmigrante es muy fea. Estás acá y extrañás tu tierra, y si volvés a tu tierra, extrañás donde vivís. Si tenés familia es peor. Y más todavía, los que vinieron hace más tiempo, que tardaron mucho en volver y quizás cuando lo hicieron ya no encontraron a sus familiares. Nosotros nos acostumbramos bastante al rirmo del Montañés.
-¿Nada que ver con ascendencia española?
-No. Somos tercera generación de italianos. Pero porteños a muerte. De Villa Luro.
-¿Qué análisis hacés de la situación gastronómica en este momento de la Argentina?
-Lo del Centro Montañés es una especie de isla con respecto a la situación en general. No podría definirlo así nomás. Si bien hay muchos comercios que cierran nosotros nos mantenemos. Acá vienen funcionarios de este gobierno y del anterior. Vienen secretarios, ministros… Pero también músicos, actores…
-Dijiste que es una isla. ¿Cuál es el secreto?
-Está bastante acreditado, 25 años es mucho tiempo. Y todo es en base al boca en boca, porque publicidad hacemos muy poca. Encima no es a la calle. Tuvimos suerte.
-¿Los que vuelven, por qué lo hacen?
-El lugar es muy lindo y la comida es casera. La materia prima es toda de primera. No somos baratos pero tampoco caros. El cliente valora eso. En las redes sociales hay muchos comentarios buenos aunque siempre hay alguien que se queja. Igual, la aceptación total sabemos que no existe.
-¿Cuál es la especialidad de la casa?
-Hay de todo pero lo que más vendemos es tortilla, rabas, gambas al ajillo, arroces com mariscos. Y milanesas. Como es muy familiar, eso sale mucho porque lo piden los chicos.

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Una escena de El Hijo de la Novia.

-¿Acá se filmaron películas?
-Unas cuantas. Las que más recuerdo son El Hijo de la Nocia y Rosas Rosas Rojas. También publicidades y muchos programas de TV: 90-60-90 Modelos, con Osvaldo Laport, un tipo bárbaro. Verdad consecuencia, Trátame bien… Siempre estuvimos muy cerca de la cultura. Pero ya no vienen tanto como antes a filmar.
-¿Por qué?
-Es muy difícil porque cada vez hay más gente al club y es mayor el trabajo. Si dejáramos de atender a los clientes para poner el lugar a disposición de una filmación, habría un lucro cesante que no se podría solventar.

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