
ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA DEL CÍRCULO DE PERIODISTAS DEPORTIVOS
En forma paralela a los partidos de ascenso a los que solía ir mientras cursaba la carrera de Periodismo, también frecuenté los torneos de Primera División. Al mostrar en los accesos mi credencial o la libreta de estudiante de la Escuela, en numerosas ocasiones ingresé a los estadios de AFA. En algunas oportunidades, concurrí con Gabriel Castelletti, vecino y compañero de estudios en el Círculo. Durante 1992 –cuando cursábamos el tercer y último año- asistimos a varios partidos: River 0-Rosario Central 1; Platense 1-Rosario Central 2; San Lorenzo 0-Boca 1 (en el Estadio Monumental); Argentinos Júniors 0-Boca 1 (en Ferro); y Platense 1-Boca 2 (en Independiente).
De cada uno de esos partidos, seguramente, se podría escribir unas cuantas líneas. Por ejemplo, quedó en mi memoria un recuerdo del domingo que estuvimos en Vicente López. El desarrollo del encuentro con Central, lo presenciamos desde el palco oficial de Platense. El dato de color que no se me borró de la mente a pesar del paso del tiempo, tiene que ver con que en ese recinto, además se hallaba Ante Garmaz, popular personaje del mundo de la moda, confeso hincha de Boca, aunque muy aficionado al fútbol en general.
La anécdota principal de este relato también tiene a Platense como protagonista. A fines del ’92, el Calamar recibió a Boca en la Doble Visera. ¿Por qué se jugó en Avellaneda? Porque los boquenses luchaban por el título con River y aquellas eran fechas definitorias. Boca convocaba multitudes, expectantes por dar la vuelta olímpica de la mano de un equipo que entre otras figuras, tenía a Márcico, el uruguayo Martínez, el paraguayo Cabañas, Carranza, Giunta, Tapia y Navarro Montoya como arquero. Otro uruguayo, Oscar Washington Tabarez, era su director técnico.
El partido se disputó una noche de diciembre. Era la anteúltima fecha del campeonato. Boca era puntero y un triunfo le permitiría acariciar el título, aunque no habría posibilidad de consagración, pues aún dependía de lo que pasara con River. La definición, se sabía que no sería aquella noche, aunque de todos modos el estadio estaba repleto… Y prácticamente todos eran hinchas xeneizes, mientras los simpatizantes locales, sólo ocuparon un pequeño sector de la platea.
No recuerdo desde donde partí hacia la cancha, pero sí, que con Gabriel nos encontramos en el centro porteño y desde allí, en colectivo, nos movilizamos hacia Avellaneda, lo que generó una anécdota que tengo muy presente: cuando todavía no habían caído las primeras sombras de la noche, debimos correr por una calle céntrica para alcanzar un colectivo que se escapaba. Castelletti tomó la delantera. Corría junto al cordón de la vereda, aunque por abajo, en la calzada. De pronto, se abrió la puerta de un taxi y mi compañero, “se la llevó puesta”. No se lesionó, aunque quedó bastante dolorido por el incidente.
Superado el contratiempo, llegamos a Avellaneda y nos ubicamos en una platea central que tenía una vista privilegiada. La multitud de Boca era impresionante. Entiendo que Gabriel vivió el partido con más intensidad, por su condición de boquense, en tanto yo, habituado a las tardes de ascenso, con mucha menos gente, más que sufrir por el juego, disfruté de un espectáculo poca veces visto. A los 22’el visitante ya ganaba 2 a 0, con goles de Martínez y Cabañas. Platense, no obstante, le daría un pequeño susto. Al Calamar lo dirigía José Yudica y tenía figuras como Cascini, Cravero, Bellini, Uliambre, Ludueña y Javier Baena, defensor que a falta de 7 minutos, logró un descuento que imprimió una cuota nerviosismo en los futuros campeones.
Unos segundos después, llegaría el alivio mediante un golazo de Luis Medero, zaguero central que desde hacía algunas fechas, reemplazaba al lesionado Juan Simón. En veloz carrera hacia el arco rival, el pibe eludió a varios contrarios y definió con clase ante la salida de Moriconi. Fue el famoso gol que “no relató” Marcelo Araujo. El conductor del ciclo televisivo Fútbol de Primera, cuando Medero estaba a punto de convertir, se animó a aventurar: “Si lo hacés me voy”. Araujo cumplió su promesa y por ende, los minutos finales no lo tuvieron en la narración.
En medio de una verdadera fiesta, dejamos el estadio. El problema, ahora pasaba por cómo volver. Consecuencia del gentío que se trasladaba hacia el centro de Avellaneda, ni el colectivo ni el taxi parecían posibilidades viables. Pero contra todos los pronósticos, un taxi vacío, de color blanco –jurisdicción Provincia de Buenos Aires-, apareció muy cerca de la intersección del Puente Pueyrredón con la Avenida Mitre. Sin titubear, le hicimos señas y el chofer se detuvo, para reanudar rápidamente la marcha, con nosotros en el asiento trasero. El conductor, quizás más azorado que yo por la tremenda cantidad de público que se veía por la calle, repitió una y otra vez: “Son watusi, son watusi”. El taximetrero habría hecho referencia a ciertas tribus africanas conocidas por este nombre, pero daba la impresión de que estuviera discriminando a los boquenses, sino que realmente estaba sorprendido por la cantidad de gente que se veían por todas partes.
Nuestro destino era la casa de Mónica Berberian, una compañera del Círculo que vivía en un edificio de la Avenida Montes de Oca, en el barrio de Barracas. Allí se estaba celebrando una reunión por el cierre del ciclo lectivo. Ya en lo de Mónica -un departamento con balcón a la calle-, cerca de la medianoche pudimos divisar como un grupo de unas doscientas personas desandaba alegremente el asfalto de Montes de Oca. Era la autodenominada “la 12”, o barra brava de Boca Júniors, que caminaba rumbo a Constitución.
Foto: Medero en la tapa de El Gráfico, tras el 3 a 1 a Platense de 1992 (www.efemeridesfutboleras.com.ar).