
ANÉCDOTAS EN LA ESCUELA DEL CÍRCULO DE PERIODISTAS DEPORTIVOS
Revista Sólo Fútbol: rutina de un joven cronista.
En los primeros días de la semana laboral, había que llamar a la revista y hablar con el redactor Daniel Arangio, quien era el encargado de comunicar a qué cancha iría cada cronista, si bien no se ocupaba de efectuar las designaciones.
Arangio –que se sentaba junto a la pared, donde estaba pegada la planilla con la fecha- decía si uno tenía partido o no, y en caso afirmativo, cuál era el cotejo. Luego había que concurrir a la redacción con el objetivo de retirar la credencial periodística otorgada por el club local. Este era el carnet que habilitaba para ingresar al estadio. Cuando posteriormente uno regresaba al edificio de la calle Yerbal, se devolvía el carnet. Las designaciones las efectuaba el secretario de redacción Daniel Mastroianni, que trabajaba en una oficina junto al director Roberto Glucksmann.
En la sala principal, en medio del intenso repiqueteo de las viejas máquinas de escribir, cumplían funciones los demás periodistas del elenco estable: el mencionado Arangio, Daniel Quiroga, Oscar Barnade, Walter Raiño, Alejandro Martínez, Carlos Correa, Sergio Castillo, Pablo Vignola, Mariano Bougarel y Ernesto Baffa, que son los que mi memoria me permite recordar.
Si bien en mi debut, tras aquel Yupanqui-Fénix, había concurrido a llevar el informe personalmente a la redacción, también se podía llamar por teléfono y dictarle la síntesis y el breve comentario a uno de los periodistas abocados a efectuar el cierre, quien tomaba nota y luego –o en forma simultánea- lo pasaba a máquina. La metodología telefónica es la que utilicé la enorme mayoría de las veces. Ya en mi casa, desde el teléfono de línea –los celulares llegarían recién años más tarde y de Internet se ignoraba su existencia- entregaba mi cobertura, aunque no siempre hacerlo era tan simple, pues muchos colegas también se comunicaban por esa vía y era muy común que diera ocupado unas cuantas veces.
Una vez superado el entusiasmo de mis primeras coberturas, empecé a extrañar con mayor intensidad a Excursionistas, al que ya no podía ver como en épocas anteriores. Cuando no me designaban para ningún encuentro, me ponía contento al poder estar en las presentaciones del Verde en el campeonato de la C, aunque tampoco era lo ideal, ya que disfrutaba también de mis tareas en la revista. Un día, decidí pedirle a Daniel Mastroianni seguir la campaña de Excursionistas. De haber contestado afirmativamente, el secretario de redacción me hubiera dado una gran alegría. Así, pudiendo unificar ambas pasiones, hubiera solucionado mi problema. Una tarde tomé coraje y tras ingresar a la oficina que Mastroianni compartía con Glucksmann, formulé mi solicitud. Sin embargo, me respondió con un NO que no dio lugar a segundos intentos.
No recuerdo si antes o después de este episodio, Excursionistas jugó con Defensores en el estadio de River, el 23 de noviembre de 1991. En esta oportunidad, consulté a Daniel Arangio sobre la posibilidad de asistir como colaborador. Me contestó con una pregunta: “¿Qué pasa que todos quieren ver este partido?”. Como sabía que no dependía de él, el interrogante quedó flotando por unos días, hasta que, con desilusión, comprobé que las remotas chances que tenía, se habían esfumado. Y el que cubrió el clásico fue Oscar Barnade -uno de los redactores de la revista, cuyo seudónimo era Ángel Del Puerto- quien dada la importancia del partido, al finalizar el mismo entregó la Copa Sólo Fútbol en los vestuarios (eligieron como figura a Roberto Sanagua, el arquero de Defensores). El clásico terminó 0 a 0.