La columna de la Lic. Linares (*)
A más de un mes de declarada la cuarentena, y evaluando este período de aislamiento social que influye en el ámbito educativo y en todos los demás, si nos preguntáramos «¿cómo la pasamos?», muchas respuestas nos vendrían a la mente. Pero la mayoría de los que tienen niños en edad escolar, no podría obviar los cambios por los cuales pasaron junto a sus hijos, en cuanto al aprendizaje.
Nos vimos obligados de repente, docentes, directivos, alumnos y sus familias, a modificar por completo nuestras vidas. Una nueva forma de organización familiar tuvimos que establecer. Hubo replanteo de prioridades. Y así continuamos, tratando de mantener la calma y llevar la vida familiar de la forma más armoniosa posible. El acompañamiento de nuestros niños en edad escolar es necesario, sobre todo con los nuevos medios de comunicación que se establecen y reformulan, para seguir con el plan de contingencia de las instituciones educativas y poder continuar con la planificación anual que nos permiten un cierto orden y un objetivo al que dirigirnos. Por supuesto que no se va a poder cumplir con todos, pero se pueden ir adecuando a medida que trascurre el tiempo. De esta forma, de gran cantidad de actividades en principio, pasamos a su disminución a lo largo del mes, cuando nos vimos sobrepasados, desorganizados y desesperados por aprender de un momento a otro lo necesario sobre Tics (Tecnología de la Información y la Comunicación) con la finalidad de que no se perdiera el vínculo entre escuela y familia, y entre los niños y sus docentes.
De un día para el otro conocimos ZOOM, DRIVE, JITSI, CLASROOM y demás plataformas de trabajo colaborativo. Esas Tics que siempre estuvieron y quizás nunca las usábamos. Todo es ensayo y error pero de a poco se va priorizando lo más importante: el estado emocional de las personas. Ya que la intención no es sumar presión y ansiedad a la situación actual, los planes de contingencia deben estar muy bien coordinados por las instituciones educativas involucrando a todo el personal. Las actividades deben ser de significativa importancia para que se dé el aprendizaje; creativas y acordadas, pero también flexibles. No es simplemente resolver la actividad en casa y mandar el archivo. Es más provechoso si se permite la circulación del aprendizaje dentro de la familia, que muchas veces se ve sobrepasada por las obligaciones laborales. Quizás sea de mayor provecho trabajar la realidad que nos toca vivir y cruzarla transversalmente con las distintas áreas. Proponer proyectos conjuntos, ya que la escuela se interna en el ámbito doméstico y no puede lograr el “Para Todos” y el “Para cada uno” que se da en el espacio áulico.
También sigue siendo necesario el vínculo con el docente, el poder verse y escucharse con los compañeros. Aunque sea una vez a la semana si la tecnología lo permite. Si bien esto en contextos desfavorables se da con más dificultades, siempre encontramos esos maestros voluntariosos que con creatividad logran acercarse y conectarse con sus alumnos.
Por otro lado es un buen momento para que nuestras autoridades evalúen también la situación educativa del país, como de otros sectores relegados y tan necesarios. La comunicación entre familia y escuela es primordial para, unidos, acordar los pasos a seguir, así como afrontar conjuntamente los nuevos desafíos y los tiempos que siguen. Esperemos que este período signado por el COVID-19, marque un antes y un después, ya sea en la educación de nuestro país como también en la sociedad en general.
Romina Linares
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