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[alert style=»red»]Diego Bertola, presidente de Viejos Muchachos de Newell’s.[/alert]

El viejo y querido “quemado” de la escuela, dejó de ser sólo un juego para convertirse en un deporte: el dodgeball. A nivel mundial, su federación está reconocida oficialmente y en la Argentina, también su organización está surgiendo de la mano de Diego Bertola, quien es el presidente de Viejos Muchachos de Newell’s, club fundado en Parque Chas hace 85 años.
“Espérenme que ya voy para allá”, pide Diego telefónicamente. Estamos en la sede de la calle Ávalos y la intención de entrevistar al presidente, pronto se hace realidad. Un allegado a Newell’s facilita su celular para hacer el contacto. Diez minutos más tarde, llega Bertola, bien predispuesto a charlar del novedoso deporte y de  la institución  que preside desde principios de 2017.

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La sede de la calle Ávalos.

-¿Cuál es el verdadero nombre de este club?
-Primero se llamó Newell’s Old Boys, porque los fundadores eran fanáticos de la Lepra. Pero hace poco, al estar ya el de Rosario, tuvimos que ponerle Viejos Muchachos de Newell’s. Es porque no se puede copiar el nombre de otro club.  Cuando empezamos a poner todo el papelerío en orden el contador lo asentó de esa manera, para que quede claro en los papeles, más que en la gente.
-¿Cómo nace tu vínculo con el club?
-Comencé a venir de chico, tendría 13 años. Acá entrenaban varios luchadores de Titanes en el Ring: Chicho de Catanzaro, Yolanca, Mister Moto, un montón de personajes… Y los pibes de la zona querían ser luchadores.
-¿Eras del barrio?
-Sí, nací a unas cuadras, cerca de la parroquia Santa Teresita. Yo vine para practicar algo de gimnasia. El día era largo, no como ahora que tenés tablet, celular, TV por cable… Antes  tenías sólo tres opciones: la parroquia, el club o callejear. La idea era poder estar contenido y en ese sentido, la parroquia y el club han sido mi lugar. Este siempre fue un club social y deportivo. El aspecto social se ha mantenido  muy bien: las veces que no tuve para pagar la cuota, no me la exigieron.

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Hija y nietos de los fundadores, junto al presidente en el mostrador del buffet.

 -¿Cómo era este club antes?
-Como tantos, ha tenido su época de esplendor. Se recuerdan mucho los carnavales en los años 50. Acá las familias se casaban, veían crecer a sus hijos. Era como en  Luna de Avellaneda. Al que se crió en un club de barrio, esa película le llega al corazón. El club es todo para uno.
-¿Desde los 13 años viniste en forma ininterrumpida?
-Dejé un tiempo pero volví con más compromiso, a hacer deporte pero aparte a estar más en las necesidades cotidianas. Comencé a integrarme a la Comisión, me nombraron vice y luego presidente.

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Una vista panorámica del buffet.

-¿Cómo están actualmente?
-Muy contentos porque gracias a Dios tenemos los papeles en orden. La gente del Gobierno nos ayudó mucho. Ahora estamos esperando un subsidio. Si bien el aumento de las tarifas nos afectó, podemos hacer proyectos como para construir. El club no tiene deuda.
-¿Qué están planificando?
-Hoy por hoy, estamos a full con el gimnasio, boxeo, kick boxing, la escuela de dobles de riesgo, el taekwondo. Pero la idea es hacer además una cancha donde se pueda practicar dodgeball, voley, patín y hasta fútbol. Si bien no nos da el ancho como para hacer una cancha de baby con medidas reglamentarias, aunque sea haríamos una más chica en la parte trasera de la sede. Arrancaríamos las obras con un techo parabólico, luego vendrían los vestuarios, hay mucho por hacer…
-¿Es una posibilidad lejana?
-No, es algo bastante concreto. Para juntar los fondos estamos haciendo un almuerzo por mes. Peso que se recauda, peso que se invierte. Al no tener empleados todo queda para la institución. Acá siempre se trabajó ad honorem y así sigue siendo. Ni siquiera el buffet está concesionado, sino que lo manejamos entre los socios.

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El gimnasio funciona en el primer piso.

-¿Cuál fue la peor época de Newell’s?
-Los clubes de barrio durante muchos años fueron abandonados. Nosotros, en los 90 estuvimos muy mal. No digo a punto de desaparecer, pero no se podían solventar los gastos.
-Los fundadores eran hinchas del Newell’s rosarino. ¿Y los socios actuales?
-También. Son todos fanáticos. A mí no me queda otra, mi viejo me hizo de Racing y soy de la Academia por él, pero la realidad es que hoy soy más de Newell’s. Acá viene gente de Rosario, preguntan y les tenés que explicar que no somos una filial, pero la esencia sigue siendo la original. Hace poco se acercó un grupo de las peñas, fanas de la Lepra. Están haciendo un lindo trabajo social. Probablemente los incorporemos a nuestro proyecto.

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El presidente junto al profe de Taekwondo.

“ESTO CRECE A PASOS AGIGANTADOS”
En el buffet, una cartelera repleta de notas y reportajes tiene al dodgeball como protagonista central (ver foto principal). El novedoso deporte ocupó páginas hasta de los períodicos de mayor renombre. Varias de las entrevistas fueron realizadas a Bertola, por ser uno de los iniciadores de la disciplina y el principal impulsor de que la Argentina tuviera su Selección y pudiera estar en el primer Mundial de la especialidad, en Canadá. Eso fue hace un par de meses y si bien el viaje  finalmente no se hizo por razones económicas, la propagación del dodgeball continúa a paso firme por todo el país.
-Acá ingresó como un deporte más y tuvimos la suerte de tener mucho éxitos. Formamos una federación y ya somos parte de la federación mundial. Hicimos el esfuerzo para ir a Canadá pero no llegamos con los sponsors. Ellos nos pagaban dos pasajes, estadía y comida. El equipo es de seis jugadores y contando a la delegación completa éramos diez. Pero un pasaje rondaba los 20 mil pesos. Igual, yo viajé representando a la Argentina. Por primera vez un país sudamericano estuvo en un Mundial.
-¿A qué fuiste?
-A la reunión anual de los dirigentes del dodgeball. Logramos ingresar a la federación mundial. Esa era mi meta. Acá lo promocionábamos como un deporte de Newell’s pero hoy ya somos la Federación.
-¿Se está organizando un campeonato local?
-Así es. Para promocionar la actividad ya estuvimos en La Rioja, Córdoba… Y nos han pedido que vayamos a muchas provincias más. En 2018 habrá un trabajo bastante arduo por todo el país. Además estamos yendo a escuelas, facultades. Esto  crece a pasos agigantados. Estamos armando una cancha en la villa 1-11-14 y otra en el Playón de Fraga, en Chacarita. El eje es la inclusión y la regla número uno, la honestidad deportiva. Más allá de que el quemado sea el juego más practicado del país, es muy sano.
-¿Te gustaría agradecerle a alguien?
-A Adolfo Fratari, nuestro anterior presidente. Me formó como dirigente y apoyó para que la juventud estuviera al frente de los clubes. A Ricardo Acuña, de la Confederación de Deportes Alternativos, organismo al que conseguimos ingresar. Y a Gustavo Acosta, dirigente de Fénix de Devoto y presidente de  FEMEC (Federación Metropolitana de Clubes), una excelente persona. Muchas cosas se lograron gracias a él, que creyó y apostó al proyecto de dodgbeall. Actuó sin interés y fue honesto.

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