REFLEXIONANDO POR BAIRES

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«Aun un pequeño microbio puede entrar en nuestro cuerpo y tumbarnos» 

Desde hace más de medio año el mundo está en jaque, acorralado por un virus que avanza sin cesar. Lo sufre el continente americano como hace unos meses lo hizo el europeo y anteriormente China, en el inicio de una propagación que pronto derivó en pandemia. Se lo combate sin tregua, se busca la vacuna que le ponga fin, aunque por ahora, la solución no llega.

«No somos nada»

Un texto escrito por Luis de Miguel hace varios años me impactó. Se hallaba en este sitio de Internet. Cuando se publicó faltaban varios años para que el Covid-19 se desarrollara y atravesara fronteras. El paso de otros tipos de virus ya había preocupado a la humanidad, pero nunca tanto como éste. El escritor, en una de las frases finales de su obra, decía, refiriéndose al hombre como especie: «Por muy fuertes que pensemos ser, aun un pequeño microbio puede entrar en nuestro cuerpo y tumbarnos. Frágiles, insuficientes en nosotros mismos, no somos nada».
Sin dudas, a la luz de estos acontecimientos, llama la atención esta opinión que pareciera anticiparse a la durísima realidad del mundo en que vivimos.
Esta frase pertenecía al último párrafo. Pero, ¿qué decía el autor en el resto de su relato? Con esto comenzaba:
«No cabe duda de que el hombre del siglo XXI ha conseguido progresar de manera increíble en muchas áreas de la ciencia. En pocos años hemos visto una revolución tecnológica que ha modificado toda la sociedad y muchos de nuestros comportamientos. El hombre sigue inventando nuevos dispositivos de todo tipo. Estudia las leyes que rigen el universo y consigue emplearlas para su propio beneficio. Y todo esto le ha dado una falsa sensación de superioridad, al punto de que ha llegado a pensar que no necesita a Dios, que el hombre es autosuficiente, el hombre es dios.
Pero el hombre sigue siendo un ser muy débil y limitado. Desgraciadamente, con frecuencia sólo nos damos cuenta de esto ante circunstancias muy dramáticas. Tal vez hemos escuchado lamentarse a la gente en el funeral de un joven diciendo: «¿cómo puede ser? ayer estaba con su moto corriendo por la carretera lleno de vida y hoy es un cadáver. No somos nadie». Pero al día siguiente se olvidan de que realmente «no somos nadie» y en cualquier momento comienzan a decir: «ahora se van a enterar de quién soy yo».
El hombre está tan engreído, tan orgulloso, tan lleno de sí mismo, tan autosuficiente, tan independiente de Dios, que se erige y dice yo soy, yo puedo, yo no necesito a Dios. Y Dios muchas veces tiene que permitir en su misericordia que lleguen a su vida grandes desastres, enfermedades y calamidades para convencerle de nuevo que sin Dios no somos nada».

Una vigencia notable

El autor hace luego referencia a otro texto, pero escrito hace unos tres mil años. De notable vigencia, a los protagonistas les toca padecer circunstancias que bien podrían estar pasando hoy:
«Un viajero perdido en el desierto al que le quedan muy pocas horas de vida, y viéndose perdido clama a Dios, y él en su misericordia le salva y le conduce a una ciudad segura.
Un enfermo a las puertas de la muerte que ha sido desahuciado por los médicos. Todo tipo de medicina ha fallado y él se muere. Pero no quiere morirse, no está preparado para encontrarse con Dios y clama a él. Entonces Dios en su misericordia le prolonga unos años de vida para que le busque de corazón.
Un prisionero pudriéndose en el calabozo, perdido y olvidado de la sociedad. Y el Señor escucha su oración y le libra de la cárcel.
Un marinero en alta mar a punto de naufragar en medio de una tremenda tempestad. Como ebrios su barco va de un lado a otro sin que toda su ciencia y su pericia les pueda ayudar a controlar la situación. Y viendo que van a irse al fondo del mar y perecer, claman a Dios y él los escucha y los salva».

«Frágiles, insuficientes en nosotros mismos…»

Estos cuatro ejemplos de personas en situaciones extremas, son puestos en el tapete en el Salmo 107 de las Sagradas Escrituras.
Volviendo al relato que dio origen al presente artículo, su autor indica: «Todos estos son ejemplos de situaciones desesperadas de otras muchas por las que cualquiera de nosotros podemos pasar, y que nos ayudan a darnos cuenta de que no somos autosuficientes. Entonces, de forma casi instintiva nos acordamos de Dios y le pedimos ayuda. Dios permite estas circunstancias para que aprendamos. El salmo dice: «oh que los hombres entendieran la misericordia de Dios»».
Aparece entonces, el párrafo final, que contiene la frase destacada en el comienzo de esta nota:
«Sin Dios en este mundo los hombres no somos nada, estamos a la merced de grandes fuerzas físicas que en cualquier momento nos pueden aplastar y borrar de este mundo. Por muy fuertes que pensemos ser, aun un pequeño microbio puede entrar en nuestro cuerpo y tumbarnos. Frágiles, insuficientes en nosotros mismos, no somos nada. ¡Oh que los hombres pensaran en esto!».

 

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