PRESIDENTE, ¿NOS CUENTA CÓMO ESTÁ GEVS?

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Gimnasia y Esgrima de Vélez Sársfield. Joaquín V. González 1511 – Villa Santa Rita

FOTO: Fernando Vaccaro, en el hall central de la sede social.

El club atravesó delicados momentos: estuvo tomado y fue nota en la sección policiales de los noticieros. Diez años después, la situación cambió por completo.

Un amigo querido en común, Lalo Monteleone, actuó de nexo, y nuestro llamado telefónico se produjo de inmediato. “Hola, presidente, lo molestamos para hacerle una nota”, le avisamos. “Disculpame, ¿me podrás llamar en 15 minutos? Estoy en el club, con el plomero, revisando un caño…”. Pocos días después, estábamos sentados en la confitería de GEVS, junto a Lalo Monteleone y el propio Fernando Vaccaro.
La anécdota de aquel  primer  contacto, fue el disparador ideal para que el entrevistado cuente lo que significa la institución en su vida: “Es mi casa. Todas las cosas que uno planea y no puede hacer en su hogar, las hace en el club. Mi mujer me pide que le haga algo y le explico que no tengo tiempo, que tengo que ir a GEVS. Hasta mi hija de 11 años me dijo que le dedico más tiempo al club que a ella. A veces es verdad, uno no se da cuenta. Yo tengo mi grupo de amigos, nos juntamos todos los viernes desde hace mas de 30 años. A comer, a charlar, a jugar al futbol. Es como ir a un psicólogo. Este es un club muy social y familiar. Es una gran familia de verdad, no es chiste”.

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A partir de la confesión de Vaccaro, el reportaje comienza a fluir. El presidente no precisa demasiadas preguntas para que afloren sus recuerdos y la pasión que siente por servir a la institución a la que concurre desde niño.  Por eso, sólo unos sorbos de la sprite con hielo y limón que acaba de solicitar, son el prólogo perfecto para que se anime a contar detalles de la historia y la actualidad de GEVS, y de su propia vida vinculada al deporte.

DE FLORESTA VENGO…
“Tenía 10 cuando comencé a venir. Vivía a cuatro cuadras. Todavía se jugaba mucho a la pelota en la calle. Éramos un grupo de amigos. Y terminamos quedándonos acá, hace 50 años ya, salvo algún período en el que por algunas circunstancias, nos alejamos”.
“El baby se estaba empezando a organizar, aunque en realidad, competíamos como podíamos. Sin campeonato. Había un muchacho que se ofrecía a armar partidos amistosos. Y a cierta edad, me inicié en cancha grande de All Boys. Arranqué en prenovena y fui escalando hasta llegar a la primera. Siempre en All Boys, con excepción de novena, donde junto con el entrenador y varios compañeros nos fuimos a Excursionistas. Resulta que Flores, un técnico muy querido, tuvo una discusión con los dirigentes, se fue, y nos fuimos detrás de él”.

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“Después volví, hice todas las inferiores y debuté en primera en el 74, en cancha de Banfield, creo que justo el día que se retiraba el Bambino Veira. Estuve varios años en el plantel. Jugaba y alternaba. Agarré la época de All Boys en la A. En el 79 me fui a Godoy Cruz de Mendoza y enseguida me retiré. Recién tenía 23 años. ¿Qué pasó? Y… era otra época. Había otra disciplina. Cuando debuté tenía 17 o 18 años y como quien dice, se me salió la cadena. Mi papá trabajaba en la DGI –lo que es la AFIP de hoy- y tenía un buen sueldo: 2500 pesos por mes. Yo, siendo tan joven, ya cobraba lo mismo, más los premios (aunque al ser All Boys, era difícil porque nos pagaban de vez en cuando). Uno se ceba…”
“Me gustaba la noche y eso no se correspondía con el futbol. Todo lo que me había sido fácil después se me complicó. Hay que tener una cabeza muy fuerte para aguantarlo. Yo no lo aguanté. Después de Godoy Cruz no conseguía club. Había que andar de acá para allá, buscando… Un día me planté y dije: ‘No juego más’. Lo lamento hasta el día de hoy. Ya afuera del fútbol, pasé necesidades, no tenía un peso, pero bueno, seguí y acá todavía estoy”.
“¿Si recuerdo algún partido en especial? Hubo uno contra San Martín de Mendoza, de local. Anduve bien…También otro contra Argentinos. Para ellos jugaba Maradona y los seguía muchísima gente de otros equipos que iban a ver a Diego. Tanto, que llenaron la tribuna de madera de Chivilcoy. El partido lo empatábamos 2-2 y al final perdimos 4-3 por jugar al orsay (N. de la R: el 24 de julio de 1977, por el Metropolitano de ese año). Yo cometí el error de hacerme echar por una calentura”.

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“Técnicos, tuve varios. Arranqué con uno extraordinario: Víctor Rodríguez. Después pasaron Marzolini, Lechuga Crosta, Federico Vairo… Toda buena gente. Hasta que vino Carmelo Faraone y ese fue el final de mi carrera en All Boys. Yo jugaba de 3. Me metía tanta presión que si pasaba mitad de la cancha me cobraba multa, me sacaba plata del sueldo. Yo entraba todo asustado”.

BIEN DE FAMILIA
“Nuestra historia en GEVS viene de familia. Mi hija sería la cuarta generación; la que empezó fue la abuela de mi mujer. Ellos vivían acá enfrente, eran socios fundadores. Algunos muchachos de la época como mi suegro y sus amigos, juntaron la plata y compraron el predio. Esto era un baldío grande. Hacían bailes de carnaval, se practicaba mucho boxeo, además fue señero en básquet. Si hasta los campeones mundiales del ‘50 se juntaban acá y en Gimnasia de Villa del Parque…”

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“De a poco me fui metiendo en la dirigencia. Sería por el año 79 u 80… Resulta que yo siempre me quejaba de cosas que no me gustaban. Cierto día, Poroto Sciambarella -un directivo que además es el padre de Marcelo, el actual tesorero- me dice: ‘¿Por qué en vez de quejarte tanto no te metés?’ Para mí fue un desafío. Y me metí. Trabajé muchísimo. Empecé de vocal, integré diversas comisiones… Recorrí todo el camino que hay que recorrer en un club. Y la presidencia vino en un momento muy especial. A veces no me doy cuenta de que el tiempo ha pasado…”

TE MIRABA DE AFUERA…
“Antes de ser presidente, existió un período en el que con mis amigos, nos alejamos. El club estuvo a cargo de Esnaola, un dirigente muy personalista. Manejaba todo a su antojo, no había ni siquiera Comisión Directiva. Yo era muy rebelde. Discutí con él, le plantee ciertas cuestiones y me fui. Estuve años sin venir. Este hombre, en su afán de conseguir unos pesos más, le alquiló el salón de fiestas a un desconocido, que en realidad era un estafador que se metió para quedarse con el club. Y a punto estuvo de lograrlo. Tenía una organización con la que armó una Comisión falsa y la presentó en la IGJ. Lo que nos salvó, es que en algún lugar se habían conservado las actas viejas donde figuraba la verdadera Comisión”.
“Antes de eso, cuando Esnaola vio el club tomado, desesperadamente nos fue a buscar a nosotros, que parábamos en el Bar Tokio, un café histórico del barrio. La sede estuvo usurpada unos meses. Al tipo lo sacó la policía, la gendarmería, se armó un revuelo que hasta salió en Crónica y otros noticieros. Le hicimos una guerra sin cuartel a este hombre y recién al año lo pudimos sacar”.

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“Cuando al fin lo conseguimos, organizamos la refundación. Ahora se están cumpliendo 10 años. Antes de irse el tipo destrozó todo. Estuvo atrincherado con la policía afuera por cinco horas. En ese lapso se dedicó a romper todo. Había amontonado las cosas de valor en la cancha para llevárselas. Por suerte llegamos a tiempo. Ahí armamos todo de cero. Hicimos rifas porque no teníamos un peso. No había buffet… ¡no había nada! Tabla sobre tabla lo rearmamos. Nos dio una mano grande el Bocha Batista, que estaba con Parque y Argentinos. Él nos acercó a Batata Taboada y sus hijos, que continúan trabajando acá. Y así, arrancamos de vuelta, a pérdida, todos los meses. Yo tuve que poner una cantidad de dinero que gracias a Dios pude recuperar. Otro muchacho, Daniel De Benito -actual vicepresidente-, colocó otra suma importante, porque sino esto no se abría. Aparte del abandono de años, estaban los destrozos. Era todo un desastre”.

LA REFUNDACIÓN
“Reiniciamos las actividades con 23 chicos en el baby. Año tras año, fuimos levantando. Hicimos obras y actualmente GEVS se mantiene por sus propios medios. Se volvió un club social muy bueno, con más directivos que se integraron y trabajan muy bien. Invertimos mucho dinero, se construyó una cancha, el salón de fiestas, el gimnasio… Más allá de lo que hicimos con nuestros recursos, colaboró en gran medida la Secretaría de Deportes de la Ciudad. Se portaron muy bien. Aparte nos ayudaron con la papelería, nos dieron apoyo legal, contable. Y también recibimos el apoyo de Nación, cosa que antes, ni un centavo…”

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“El 2016 fue duro, sobre todo, porque debido a los aumentos, no quisimos recargarle las tarifas al socio. Acá hay 300 chicos de baby, son tres tiras. El futsal tiene 100 más y hay otras 100 chicas de patín. Ese es nuestro fuerte: los socios. Y para no apretar, porque la mano venía mal, los padres son socios por los chicos. Así, durante todo 2016 logramos no tener que cobrar ni un aumento”.
“Es cierto, se hace duro porque vienen elevadas sumas de agua, gas, luz. Pero la Secretaría de Deportes de la Nación, por ejemplo, nos otorgó un subsidio de cien mil pesos y gracias a eso cambiamos toda la luminaria. Pusimos luces de led y el consumo bajará a la mitad. Nos costó 118 mil pesos, pero sólo debimos poner 18 mil. Por otra parte, nos van a devolver el 40 por ciento de lo que gastamos de agua, luz y gas de los últimos tres meses”.

El entusiasmo de Vaccaro al hablar de temas tan apasionantes, no le había permitido prestarle atención a su gaseosa, que estaba  casi intacta al culminar el reportaje. Una vez que el grabador se detuvo, bebió lo que quedaba de la sprite y nos llevó a conocer las magnifícas instalaciones, totalmente remodeladas a partir de la denominada refundación. Previamente a la despedida, sonriendo, comentó: “Me gustó hablar…” El presidente se había sentido muy cómodo durante la nota, lo que se tradujo en el generoso testimonio que entregó. Y tanto o más cómodos que él, nos sentimos nosotros en esta gratificante visita.

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