PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

Cramer_Lacroze_2018

En la televisión de la década del Ochenta, el programa No Toca Botón gozaba de un alto rating. Su protagonista principal era Alberto Olmedo, un ícono del humor ochentoso que una vez a la semana, lograba hacer reír a las carcajadas a los argentinos desde la pantalla chica. Los personajes que interpretaba tenían, en su mayoría, características bastante definidas: ganadores, vivos, pícaros, astutos, ventajeros… Sin embargo, había un sketch en el cual Olmedo era todo lo contrario, ya que encarnaba a alguien tímido y vergonzoso. Ingenuo en el trato con su esposa y un supuesto amigo, éstos siempre lo engañaban para conseguir sus polémicos propósitos. El protagonista terminaba burlado, con su infantilismo adornado por las risotadas televisivas y, seguramente, como hazmerreír de muchos televidentes. Este caricaturesco personaje era “Chiquito Reyes” y llevaba este nombre como homenaje de Olmedo a uno de sus amigos de la juventud en la vida real.

En segundo año de la secundaria, Pablo recibió este hiriente apodo de parte de sus compañeros. Y mientras ellos festejaban las presuntas similitudes con el antihéroe de la ficción, él sufría las burlas en silencio, anhelando que se hiciera la hora de salida, para no tener que soportar más el despiadado bullying de aquellos tres o cuatro chicos que lo habían tomado de punto. El timbre del mediodía lo liberaba, aunque al día siguiente, la triste historia se repetía.

Muchos años después, escribió: “Obedecer para sanar”.

Hay gente que piensa que ser creyente implica que sus problemas van a solucionarse rápidamente. Dios tiene muchas promesas para Sus hijos, pero esto es algo que nunca ha prometido. El camino de un creyente está lleno de obstáculos. ¿Y entonces para qué sirve creer?, es la pregunta que podría seguir a esta afirmación. En ese camino de fe, el desafío consiste en aceptar que el Señor vaya restaurándonos y sanándonos de acuerdo a Su infinita sabiduría y a tiempos que no siempre son los que nosotros deseamos que sean. La recompensa suprema es una eternidad junto a Él y una vida en abundancia aquí en la tierra, pero la sanación no llegará de la noche a la mañana sino que será parte de un proceso que demanda paciencia y dónde la fe es fundamental.

Además, hay un dato que no se puede obviar: en la obediencia está la bendición. Este concepto figura reiteradamente en Su Palabra. Él nos dejó un manual de vida con instrucciones que son para acatar, no para tener archivadas en un cajón. Una de esas instrucciones es amarlo por sobre todas las cosas, lo que significa que debemos poner a Dios ante todo. ¿Lo hacemos? Desde luego que no es simple, pero ¿lo intentamos al menos?

Muchos creyentes buscan la bendición pero se olvidan de la obediencia. Quieren sanar de sus dolencias pero no están dispuestos a estudiar y poner en práctica Su Palabra, a congregar con regularidad ni a orar con disciplina. Yeshúa (Jesús) nos ha dicho: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y Su Justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Mientras vayamos fortaleciéndonos en tener a Dios como prioridad, Él irá ocupándose de reparar lo que está descompuesto en nuestras vidas. La promesa es clara, y el Señor, no es un ser humano para prometer lo que luego no va a cumplir.

Un sustento bíblico:

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6-8.

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