PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

Conde_Cespedes_2022

No estaba a su alcance controlar todo lo que le sucedía y él lo sabía. Sin embargo, en su objetivo inconsciente de querer hacerlo, Pablo tenía conductas enfermizas, que, paradójicamente, no lograba controlar. ¿Un ejemplo? El sueño. En muchas ocasiones, tenía miedo de dormirse. Porque, claro, mientras las personas duermen, están “ausentes”. La vigilia permite estar atento a “todo” lo que pasa, si bien el término todo –y por eso está entre comillas- tampoco se ajusta a la realidad. Pero lo concreto es que el sueño implica un período de descanso que a Pablo le costaba comprender. ¿Cómo puede ser que haya un tiempo en el cual yo no sepa qué es lo que ocurre a mi alrededor? ¿Cómo puede ser que “todo” se termine por un rato? Pensamientos como éste lo perturbaban. Y si así razonaba ante una siesta, no hace fácil ser muy sagaz para imaginar cuál era su impotencia y su temor frente a la muerte misma.

En función de esto, hubo una época en la que Pablo sufría hasta cuando se iba a dormir. Por un lado, deseaba hacerlo, ya que así conseguía desconectarse de los pensamientos negativos que solían acosarlo. Su mente descansaba en este período. Por otro lado, el instante que transcurría entre acostarse y dormirse, podía llegar a ser traumático para él, como consecuencia del miedo que le producía dormirse y, por ende, dejar de tener ese supuesto control que su mente procuraba ejercer.

Había también más preguntas que lo inquietaban y que aparecían en esos minutos difíciles: ¿Qué pasaba en esa fracción de segundo entre la vigilia y el sueño? ¿Cómo puede ser que no nos demos cuenta del instante en que nos dormimos? Finalmente, a Pablo lo vencía el sueño y esos misterios dejaban de torturarlo.

Unos años después, escribió: “Un libro y ‘el’ libro”.

En un libro publicado por un famoso sitio de noticias científicas, quien escribe el editorial pone énfasis en descalificar a quienes piensan que “la vida fue creada por algún dios”, mientras defiende la teoría de la gran explosión y de que todo ser viviente que existe sobre la tierra fue originado por una célula hace miles de millones de años. Hoy, muchos creen que esto es un hecho. A tal punto que en lo cotidiano, se habla del Big Bang y la evolución, como si fuera una verdad ya demostrada. Pero lo cierto es que es una hipótesis como hubo tantas a través de los siglos. Y aún en la actualidad, con todos los adelantos científicos y tecnológicos, no es la única hipótesis de la creación. Esta teoría podrá gozar de muy buena prensa, pero lo cierto es que dentro de la misma comunidad científica, los estudiosos no se pusieron de acuerdo. Si bien a esta teoría que indica que el hombre desciende del mono incluso en los colegios se la enseña, sigue recibiendo críticas, y no sólo por parte de los creyentes.

Los científicos son humanos y por más inteligencia que tengan, no dejan de ser falibles. Lo que hoy señalan como verdadero, mañana puede no serlo. Hasta hace unos años, por ejemplo, en los gráficos del Sistema Solar se incluía a Plutón como un planeta más. Ahora, ya no figura allí, porque según parece, se demostró que no era un planeta sino un planetoide.

Entretanto, tampoco ha sido demostrado científicamente que la Biblia sea la Palabra de Dios. La diferencia es que aquí es la fe, el fundamento que nos lleva reconocerla como auténtica. Así y todo, a pesar de que haya gente empeñada en ignorarla y ridiculizarla, existe una sólida base como para pensar seriamente en no hacerlo. Está conformada por descubrimientos arqueológicos que confirman relatos bíblicos, notables predicciones que se han cumplido y, en especial, el profundo cambio de aquellos que experimentaron el poder transformador de Dios en sus vidas.

Un sustento bíblico:

Por medio de Él todas las cosas fueron creadas; sin Él, nada de lo creado llegó a existir. Juan 1:3.

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