PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

vereda_Piedras

Cuando su segunda hija tenía meses de vida, Pablo decidió hacerse un chequeo general. En realidad, el estudio médico era algo que podría catalogarse como standard, un control que consistía en exámenes de sangre y orina. A medida que su estrés aumentaba gracias a un contexto de escasez de descanso, fastidio y roces familiares, Pablo también iba ingresando en una fase peligrosa en cuanto al miedo a las enfermedades. Este problema quedó en evidencia, justamente, con el chequeo que se cita líneas arriba.

Si bien físicamente no sentía nada fuera de lo normal, más allá de alguna ocasional molestia, tan leve como pasajera, y en ninguna parte específica del cuerpo, Pablo estaba nervioso y vivió el proceso de los análisis, con una fuerte intranquilidad. “¿Y si los resultados no dan bien?”, se preguntaba. Los momentos de máxima tensión surgieron al retirar las hojas que los contenían. No se atrevió a mirarlas. Tenía gran ansiedad por saber qué decía los valores, pero, al mismo tiempo, sentía miedo por un presunto mal resultado. Para colmo, no era un entendido en valores técnicos, por lo que pensó que no le serviría mirar antes de que lo hiciera el doctor.  Lo único que conseguiría –dedujo- sería acumular más temor frente a un número que considerara dudoso.

El turno que le dieron para que pudiera visitar al clínico de su servicio prepago, era bastante largo. ¿Cómo iba a hacer para convivir tantos días con semejante ansiedad? La solución que encontró era buena, aunque no desde la perspectiva de su bolsillo. Pablo decidió que le pagaría a un médico particular que conocía, sólo para que viera sus análisis. La consulta, por cierto, era cara. Sobre todo, en relación a la otra opción, donde no tendría que desembolsar ni un peso. Pero así y todo, era lo que prefería, con tal de saber cuanto antes, lo que decían aquellas hojas que días atrás había retirado del Sanatorio.

Durante la jornada de la consulta su ansiedad se intensificó. El turno era cerca de las 5 de la tarde. Con temor, llegó hasta el consultorio. Su mente no le daba respiro. Ya cara a cara con el doctor, sacó las hojas, se las entregó, y presa de una sensación difícil de explicar, se quedó esperando la opinión del profesional. Fueron apenas unos segundos, aunque muy intensos. Hasta que el médico dejó de leer y le dijo algo así como un “está todo bien”. Pablo disimuló, pero por dentro, lo invadió la euforia de saber que estaba sano.

Años después, escribió: “El equilibrio entre lo duro y lo light”

¿Por qué la gente parece estar alejándose de Dios? ¿Por qué da la impresión de que son cada vez más los que dejaron de considerar a la Biblia como un libro creíble? Hay unas cuantas razones. El desinterés podría ser la más visible, aunque detrás hay otras que, sin estar tan a la vista, probablemente también hayan tenido su influencia. Por ejemplo, el hecho de que desde instituciones religiosas a cargo de enseñar Su Palabra, surgieron equivocaciones en la orientación del mensaje que transmitieron. Se hizo hincapié:

-en que Dios castiga, pero no en el perdón que está disponible si hay arrepentimiento sincero.

-en que Dios odia el pecado, pero no en que ama al ser humano, aun siendo pecador.

-en el cumplimiento de rituales religiosos esporádicos, pero no en tener una relación de compañerismo con Dios, todos los días.

En contraposición, existe una versión “light» en la difusión del evangelio, que afirma que como Dios ama a la humanidad todo vale, y se puede vivir como a uno le plazca. Sin tener en cuenta que nuestro Creador es amor, pero también es justicia, y observa con enojo y tristeza que se transgredan alegremente las instrucciones que nos dio para beneficio propio y de quienes nos rodean.

Frente a las enseñanzas erróneas que llegan de distintos sectores, una solución sería la de, evitando intermediarios, ir directamente a la fuente donde el Señor dejó asentado Su pensamiento: las Escrituras. Ellas están a nuestro alcance, lo mismo que el mensaje de paz, amor y salvación que allí se nos sigue ofreciendo.

Un sustento bíblico:

(Dijo Yeshúa –Jesús-): Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. Mateo 9:13.

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